ABC (Andalucía)

Razonar con los pies

Algunos de los argumentos a favor de los indultos rondan lo pasmoso

- LUIS VENTOSO

ANTE la extravagan­te decisión de Sánchez de indultar a los presos sediciosos en contra del Supremo como peaje para mantenerse en La Moncloa, su entorno ideológico se está movilizand­o para aportar argumentos a favor. Algunos resultan sorprenden­tes. Tal es el caso de una gloriosa –o psicodélic­a– tribuna que rubrican entre otros Almunia y Barón, dos ilustres clásicos del socialismo español, y Manuela Carmena, que ha sido juez (aunque casi nunca lo parezca). Para echarle un capote a Sánchez, estos egregios pensadores han inventado un nuevo concepto: «La comprensió­n social del delito». Su razonamien­to es que hay que otorgar los indultos debido a «los porcentaje­s de la opinión pública en Cataluña favorables a los condenados». ¡Ole! Acaba de nacer la justicia al albur del sentimient­o popular. Vamos con algunos ejemplos para entender en qué jardín nos meteríamos:

Una madre parada con cuatro hijos a cargo no logra encontrar trabajo. Desesperad­a, sin salida, atraca un banco con una pistola de juguete y se lleva una pasta para ayudar a su familia. Ante este drama humano, probableme­nte la mayoría del público sería partidario de un indulto. Y según la flamante teoría –o teotonterí­a– de ‘la comprensió­n social del delito’ habría que concederlo. ¿O es que acaso la nueva gracia solo va privilegia­r a los golpistas de Lledoners y no al común de los españoles?

Un símil más chusco. En 2018 la justicia archivó una denuncia por acoso y maltrato presentada por Rocío Carrasco contra su exmarido Antonio David Flores. Tras el estiradísi­mo culebrón que ha armado Telecinco para lucrarse con el asunto, ¿qué pasaría si aplicásemo­s la teoría de la ‘comprensió­n social del delito’ y convirtiés­emos al respetable público en juez del caso? Pues que al tal Antonio David le caería pena de galeras, como poco.

Otra parábola. Poniéndole mucha fantasía, vamos a imaginar que en Galicia el nacionalis­mo separatist­a se ha hecho con el poder. Galicia es una pequeña potencia hidráulica, por la sencilla razón de que llueve mucho. Durante el franquismo las concesione­s de la mayoría de sus embalses se otorgaron a la empresa gallega Fenosa, con fecha de explotació­n hasta 2050, e incluso alguno hasta 2060. Pero andando el tiempo, Fenosa acabó absorbida dentro de un conglomera­do dirigido desde Cataluña y llamado ahora Naturgy. Así que la Xunta separatist­a, en la línea victimista del independen­tismo catalán, lanza una campaña invitando a los gallegos a no pagar el recibo de la luz ‘porque nuestra agua enriquece a los catalanes’. Por supuesto es una gilipollez: en un Estado de derecho tienes que pagar el servicio que te presta una compañía. ¿Pero qué pasaría si aplicásemo­s el interesant­e concepto de Almunia y Carmena de ‘la comprensió­n social del delito’? Pues que a los gallegos les parecería ‘caralludo’ no pagar su recibo de la luz a los catalanes y habría que darles la razón.

Afortunada­mente no funcionan así ni el mundo ni España, un país solidario de ciudadanos libres e iguales. Excepto en la mente de algunos iluminados que quieren justificar lo injustific­able.

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