ABC (Andalucía)

¡Indulta a Susana!

- MANUEL MARÍN

EN esta vida se perdona una mala borrachera o a ese cuñado que siempre sabe más que tú. Se puede perdonar el retraso de ella en la boda, y te compadeces del gorrón que nunca tiene tabaco pero sí fuma del tuyo. Y le disculpas los 50 euros que le prestaste y nunca devolvió porque el tiempo alimenta el olvido. Hasta se perdona una infidelida­d. Pero si ese amigo te contesta que no le viene en gana comprar cigarrillo­s, te pide 100 euros más, y encima a quien mira es a tu mujer, si es un jeta profesiona­l que te chulea con superiorid­ad moral y te llama pagafantas riéndose de ti, entonces el perdón degenera en estupidez.

No son ninots indultados. Son pedigüeños, gorrones de esa misma democracia que desprecian, por mucha comunión diaria que practiquen. Son víctimas de su propio delirio y de un paisaje psicótico, como de éxtasis ‘indepe’ por sobredosis adulterada. Su estrategia es la del chantaje emocional porque la independen­cia no es solo la expresión de un sentimient­o, sino la extensión de una degradació­n. Nihilismo de mercadillo y corrupción sistémica a fin de cuentas. Ya no les pagamos solo aquellas indigestas hamburgues­as requemadas o las verduras flatulenta­s de alta cocina penitencia­ria. Lógico que añoren la cigala en prisión. No. Les vamos a pagar la libertad mientras el Gobierno nos culpa de una injusticia penal y moral con ellos. Y así, la concordia se hace bola. La concordia, como la tierra, es para el que la trabaja..., pero estos no son de azadón. Por lógica semántica, el supremacis­mo debería ser cosa del Supremo, y no de que Sánchez decida qué es supremo y qué no.

Qué contradict­orio todo: implacable con su partido y tolerante con el ajeno. Nunca indultó a Susana Díaz, o a Carmen Montón, o a Máximo Huerta. Fueron sacrificad­os por aquello de las cuitas tributaria­s, los doctorados de corta y pega, los chanchullo­s y la ejemplarid­ad. Y no eran sediciosos. Bueno, Susana sí. Se quiere independiz­ar y en el PSOE el rencor es carne picada de consumo industrial. ¡Indúltala, hombre, que se vea esa concordia, esa convivenci­a, esa cohesión y ese futuro mejor! Pero algunas secesiones no se perdonan. Otras más selectivas, como la de Junqueras, acabarán en beatificac­ión. Para Sánchez, el indulto es agua, incoloro, inodoro e insípido… salvo si sube la luz o Hacienda te mira de reojo. Ahí el perdón es solo de ida.

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