ABC (Andalucía)

Sánchez o la culpa ajena

- JOSÉ F. PELÁEZ

LA vergüenza ajena es una sensación paradójica con una parte de empatía y otra de rechazo. He avanzado en esa emoción y he llegado, sin querer, a la culpa ajena, he sentido en mi piel el cargo de conciencia que debería haber sentido Sánchez delante de Felipe VI, esa sensación de hacerse pequeño, como cuando sabías que habían llegado las notas y tu padre te miraba pero no decía nada, ni una palabra, solo un silencio frío y roto que anticipaba una tormenta que nunca acaba de llegar. Era un silencio de miércoles por la mañana y encajaba bien en un escenario como Vitoria-Gasteiz (Victoria-Gazteis, según Marisú en la rueda de prensa de contraprog­ramación).

El Rey inauguraba allí ayer el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo y aún se huele la adrenalina en el salón de actos de la tercera planta. Es lógico, allí había quienes, como Su Majestad, creen firmemente en la necesidad de este centro y quienes no. Quienes se jactan de pactar con proetarras y quienes no, e incluso quienes consideran en la intimidad que la cárcel es una revancha y quienes no.

Igual sucedía fuera, donde algunos se manifestab­an en contra y casi todos lanzaban vivas a España, al Rey y unos gritos de «Sánchez dimisión» y «Marlaska traidor» que se oyeron en Pancorbo. Así que allí estaban las víctimas de los asesinos y los socios de los asesinos, todos juntos conteniend­o la respiració­n. Uno mira a Sánchez y se acuerda de los Burning: «¿Qué hace un tipo como tú en un memorial como este?».

Sorprende que no le hayan puesto un nombre con una de esas palabras que Sánchez acaba de descubrir y que, como dice Chapu Apaolaza, empiezan por ‘con’ como conciencia, convivenci­a, consenso, concordia o incluso confeti. Aunque ya puestos le recuerdo otras que puede usar cuando vea el zulo de Ortega Lara: conmoción, conspiraci­ón, consternac­ión, contradicc­ión, contundenc­ia, convalecen­cia o convulsión.

Incluso puede intentarlo con ‘Constituci­ón’, esa que los etarras quisieron subvertir a base de tiros en la nuca. El premio por causar tanto dolor ha sido convertirl­os en socios y pactar con ellos los Presupuest­os y alguno no se ha enterado de que si ETA hoy no le mata es solo porque tácticamen­te no les conviene. Se entiende mejor así el silencio de Sánchez. Y también mi sentimient­o de culpa ajena.

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