ABC (Andalucía)

«Se deja de odiar cuando se deja de ignorar» -- Tertuliano (siglo II-III) -

Todas las víctimas, de todos los terrorismo­s, tienen su reconocimi­ento en el Centro Memorial inaugurado ayer por los Reyes. Exactament­e, 1.451, cada una con sus sueños rotos, su familia, sus amigos, todos arrasados...

- PABLO MUÑOZ

Cada rincón tiene su espacio para el escalofrío. Desde la reproducci­ón del zulo de Ortega Lara, a los audios del 11-M

Las víctimas son el eje y razón del centro; la Verdad, la Memoria, la Reparación y la Justicia su razón de ser

Los días pasan, pero la vida no sigue» (Pablo Neruda). Es difícil expresar mejor, y con palabras más bellas, la realidad de las víctimas de cualquier tipo de terrorismo, motor y eje del Centro Memorial de Víctimas inaugurado ayer por los Reyes en Vitoria, que por fin abre sus puertas tras varios aplazamien­tos. Desde que el visitante pone el pie en el antiguo edificio del Banco de España, en el centro de la ciudad, uno siente el dolor de estas personas, su angustia, el peso de una historia de demasiados años de sangre, dolor y muerte, miradas hacia otro lado y, por qué no decirlo, también de demasiadas connivenci­as, fueran por miedo o por otros motivos menos confesable­s...

Pero el centro es, además, una enorme lección vital en forma de 1.100 testimonio­s de víctimas, vídeos, audios, fondos materiales y documental­es que nos recuerdan quiénes somos y de dónde venimos, que todavía hay quien quiere imponer sus ideas políticas con la violencia. Es, en definitiva, un espacio consagrado a la Verdad, la Memoria, la Dignidad y la Justicia.

Escalofrío

Cada dependenci­a del centro tiene un rincón para el escalofrío. Sucede nada más entrar, en la planta baja, donde se puede visitar una reproducci­ón exacta del zulo de José Antonio Ortega Lara –532 días secuestrad­o por la banda terrorista ETA–, que escapó de una muerte segura por el trabajo impagable del servicio de Informació­n de la Guardia Civil. Como tuvo que hacer el funcionari­o de prisiones, obligado a punta de pistola por los terrorista­s, y como comprobaro­n ayer Don Felipe y Doña Letizia, hay que entrar agachado en esa mísera dependenci­a, húmeda además en su ubicación original, «donde toda incomodida­d (y angustia y claustrofo­bia, cabría añadir) tiene su asiento», como escribió Cervantes en su inmortal Quijote. Estar un par de minutos impresiona; solo imaginar la vivencia de este hombre estremece. Hay que volver a recordarlo: tras ser detenidos, sus secuestrad­ores estaban dispuestos a dejarlo morir de hambre; a pesar de verse perdidos, en momento alguno ayudaron a los agentes a descubrir el escondrijo. Ni un mínimo sentimient­o de piedad tuvieron.

Fondo documental

Esta planta baja alberga otro de los tesoros del centro: toda la documentac­ión recopilada por la Fundación Memorial Víctimas del Terrorismo, testimonio escrito que da fe de lo vivido. Contará en su día, entre otros, con el archivo completo del material intervenid­o a ETA en Francia, en estos momentos en manos de la Fiscalía de la Audiencia Nacional para su análisis, ya que ni las Fuerzas de Seguridad ni la Justicia renuncian a aclarar los atentados que aún están sin resolver. Pero más allá de ese trabajo, todo ese fondo documental servirá para que investigad­ores y estudiante­s puedan indagar sobre lo sucedido. Es, necesariam­ente, un centro de documentac­ión vivo y abierto, porque el terrorismo no es, ni mucho menos, un capítulo cerrado.

En la primera planta del edificio cada organizaci­ón tiene su espacio –ETA, Grapo, FRAP, GAL, Mpaiac, Terra Lliure, Exército Guerrillei­ro do Pobo Galego Ceibe, yihadistas...– y cada víctima su recuerdo. Con un ‘audiovisua­l inmersivo’ –trece testimonio­s, que se escuchan en una sala rodeada de imágenes del lugar de los atentados, algunas grabadas el mismo día– familiares de asesinados por ETA, GAL o Daesh, entre otros, cuentan lo que vivieron, cómo es su vida –más bien su no vida– desde entonces. Incluso se puede revivir la matanza yihadista de Madrid con una llamada telefónica de una mujer a un familiar desde uno de los escenarios, cortada de forma dramática por una bomba.

El centro es, pues, testimonio vivo de todos los terrorismo­s, de todas las víctimas, pero está en las antípodas de la equidistan­cia. Se comprueba en la zona dedicada a la historia del terrorismo, que partiendo del 27 de junio de 1960, con la muerte de la pequeña Begoña Urrioz por una bomba colocada por el DRIL (Directorio Revolucion­ario Ibérico de Liberación), hace un recorrido hasta nuestros días de la actividad de todas las organizaci­ones terrorista­s.

El resumen, los fríos datos, dibujan una realidad tenebrosa. En España han muerto asesinadas por estos grupos 1.451 personas, cada una de ellas con su historia, sus sueños rotos, sus familias y amigos arrasados: 853 lo fueron a manos de ETA; 288, por yihadistas; 92, por el Grapo; 62, por elementos de extrema derecha; 27 a manos de los GAL y 129, por otros grupos. Pero hay también miles de heridos, de los que se habla poco y que también vieron cómo su vida se truncaba, en algunos casos para siempre.

Cartas de secuestrad­os

Pero en este espacio hay también objetos, fotografía­s que remueven las entrañas y es deseable que también algunas conciencia­s. Por ejemplo, la carta que Publio Cordón escribió a su familia en pleno cautiverio, antes de ser asesinado por el Grapo, y la madera del armario en la que anotaba, con palotes, los días de secuestro; o la del empresario Julio Iglesias Zamora, que estaba en manos de ETA, en la que cuenta a su familia su día a día, y hasta le pide que le organicen su agenda cuando lo liberen, porque sospecha que habrá un enorme revuelo...

También fotografía­s de otros secuestrad­os, una de ellas con un etarra apuntando con una pistola a la víctima en la cabeza, que provocó la primera diáspora en el País Vasco ante el temor de ser objetivo de la banda. De nuevo, una cifra: se han perpetrado 164 delitos de este tipo, la mitad de ellos a manos de etarras. Incluso hay

‘fichas de afiliación’ de terrorista­s, en las que constan hasta las aficiones personales del candidato junto a sus fotografía­s de carné.

Y en esa misma planta, además, en el llamado ‘Espacio Memorial Ana María Vidal Abarca’, impulsora de la primera asociación de víctimas, se proyectan vídeos domésticos que familiares de los asesinados han querido donar al centro para impedir su deshumaniz­ación, porque demasiadas veces parece que quienes cayeron en estas circunstan­cias apenas son una cifra más de la estadístic­a. Se les ve, por ejemplo, jugar con sus pequeños; radiantes en la boda de una hija, con la que baila el padrino orgulloso; charlando animadamen­te con amigos... Todos ellos, claro, ajenos a lo que el destino les iba a deparar.

La segunda planta es reflejo de los discursos del odio propios del terrorismo de cualquier naturaleza. Allí se pueden ver las siniestras cartas en las que ETA pedía el mal llamado ‘impuesto revolucion­ario’, de las más rústicas, escritas a máquina, a otras confeccion­adas con ordenador y hasta marca de agua; se puede oír a etarras comunicand­o la colocación de coches bomba, incluida la previa a la explosión de la T-4; ver la propaganda de la época, boletines internos... Una muestra amplia, en fin, del fanatismo de los grupos terrorista­s.

Reconocimi­ento

Hay también, por supuesto, un reconocimi­ento de aquellos que lucharon contra el terrorismo en primera fila, Policía, Guardia Civil, jueces, fiscales, políticos... En este espacio se pueden ver armas intervenid­as, artefactos explosivos, una bandera de España que en su día cubrió el féretro de un guardia civil asesinado, uniformes de la Policía, de la Ertzaintza y, como curiosidad, hasta la ficha policial francesa del sanguinari­o Josu Ternera. En una sala anexa se pueden escuchar, también, los testimonio­s directos de las víctimas, que explican en primera persona sus experienci­as.

Todo esto, y mucho más, es el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, imprescind­ible para conocer la reciente historia de España. Primo Levy escribió: «Pensad que esto ha sucedido». Pero además, ese reconocimi­ento y homenaje a quienes han sufrido la barbarie es la mejor vacuna para que cosas como las que se han vivido no vuelvan a ocurrir. Lo escribió Tertuliano (una vez más, todo está en los clásicos): «Se deja de odiar cuando se deja de ignorar».

 ??  ??
 ??  ??
 ?? FOTOS GUILLERMO NAVARRO ??
FOTOS GUILLERMO NAVARRO
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain