ABC (Andalucía)

Cuba libre

Merece la pena preguntars­e hoy dónde están esas voces de ayer que cantaban al Comandante y ahora callan

- CARMEN DE CARLOS

C uba abre y cierra el grifo de la libertad de sus presos con el mismo capricho que Mohamed VI lanza las hordas de marroquíes hambriento­s a Ceuta, a Melilla o a donde le salga de las babuchas. Cuba funciona, en este camino de libertad sí o libertad no, de forma parecida al vecino del norte de África pero sus motivos –y sus apoyos– son diferentes. Los intelectua­les americanos, hablen español, inglés, francés o guaraní, no dudan al referirse al reino alauí como a una dictadura. Ninguno pone el grito en el cielo, de nuestras democracia­s imperfecta­s, ni escribe sesudas páginas para tratar de convencern­os de que donde hay dictadura lo que de verdad bulle es igualdad de oportunida­des, respeto a los derechos y libertades del individuo y esos conceptos de colegio que aprendimos en aquella adolescenc­ia difícil. Marruecos, para ellos –salvo excepción– es una dictadura y punto. Ese criterio de tiranía no da para muchas tertulias aunque el dictador sea un rey pintoresco, amante del cuero, con un punto rockero y educado en París. La cosa cambia cuando el tema que se pone sobre la mesa es Cuba. En ese momento, buena parte del mundo del arte, la música y las letras hispanoame­ricanas se hacen un solo hombre y salen a defender «la revolución» y todo lo que vino después. Ese frente común de la intelectua­lidad respetable (la otra, la que se aleja del comunismo está mal vista) anda desconcert­ada en los últimos tiempos. El régimen al que ahora le pone cara Miguel Díaz-Canel comenzó a cazar a cantantes como a Maykel Osorbo o al artista Luis Manuel Otero Alcántara, recién liberado, y parece que les ha dejado sin palabras porque, a fin de cuentas, aunque estén con el Movimiento San Isidro, son chicos de los suyos, del arte, de la ceja puntiaguda o lo que sea. Han tenido que nacer y surgir nuevas generacion­es de artistas, bajo un régimen idealizado desde las tumbonas del Caribe (para extranjero­s), para que algunas conciencia­s despierten y llamen a cada cosa por su nombre. Aún así, merece la pena preguntars­e hoy dónde están esas voces de ayer, en España y en Europa, que antes cantaban al Comandante y ahora callan.

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