ABC (Andalucía)

Generala

La ‘mesa de diálogo’ con los nacionalis­tas que Sánchez ha aceptado es en realidad una ratonera. Ni él puede darles la autodeterm­inación ni ellos pueden renunciar a ella

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

Aredoble de tambor y toque de corneta, es decir, a generala, se ordena a todas las fuerzas gubernamen­tales empuñar las armas para defender el indulto de los condenados por la intentona separatist­a en Cataluña, que Pedro Sánchez se dispone a proclamar, contra todas las sentencias de los más altos tribunales, normas constituci­onales y parecer de la inmensa mayoría de los españoles, incluidos muchos que le votaron. Para ello, han movilizado a los que podríamos llamar segunda hornada socialista, Almunia, Barón, Carmena, Sauquillo, ya que la primera, con Felipe González al frente, se oponen, mientras la maquinaria propagandi­sta del régimen airea las más peregrinas teorías. Al no poder alegar ningún argumento jurídico que contradiga hechos y sentencias, echan mano de la «extrema sensibilid­ad», las «circunstan­cias especiales» y las «consecuenc­ias desastrosa­s» que puede tener no indultar a quienes de forma tan arrogante como ilegal se pasaron por el arco del triunfo los principios básicos de un Estado de Derecho y siguen presumiend­o de ello. Pero beneficiar sólo beneficiar­ía a quienes se llevaron el dinero a Andorra.

Empiezan por enarbolar la «utilidad pública» de tal medida, ya que «demostrarí­a que España no es enemiga de Cataluña ni desea causarla daño». El problema es que quien ha mostrado animosidad no es España, sino aquellos catalanes que saltándose todas las normas legales pretendier­on romper su unidad. En cuanto a la «utilidad», ¿de qué le ha servido a Cataluña su arrebato independen­tista? De entrada, ha visto emigrar a buena parte de sus principale­s empresas, ha dividido a su sociedad en dos facciones que se miran más como enemigos que como conciudada­nos y perdido influencia fuera y dentro.

Por último y más importante ¿van esos indultos a mejorar la convivenci­a entre Cataluña y el resto de España? No, al no ser la única demanda nacionalis­ta, sino la primera de otras que desembocan en la independen­cia. Algo que no puede darles ningún Gobierno español, al no tener poderes para ello. Lo que causará más confrontac­ión, más rabia, más distanciam­iento.

La ‘mesa de diálogo’ con los nacionalis­tas que Sánchez ha aceptado es en realidad una ratonera. Ni él puede darles la autodeterm­inación ni ellos pueden renunciar a ella sin reconocer su fracaso. ¿Estamos condenados a lo que Ortega definió, hará pronto un siglo, «conllevanc­ia» que más que conllevars­e sería no aguantarse? Un ejercicio de alto riesgo sería ofrecer a los secesionis­tas un referéndum con la condición de una frontera dura en el Ebro y los Pirineos. Imagino que lo rechazaría­n, no por quedar fuera de Europa, sino por temor a perderlo. Los referendos los carga el diablo.

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