Benditos cayetanos
Tengo claro lo que no quiero ser ni parecer. Que vaya calando
HÁGANME caso. Nada de esforzarse en mostrarse tal cual son. Es denuedo baldío. En la era sanchista uno no es lo que afirma ser, tampoco lo que aparenta, sólo lo que La Moncloa decreta. La zanja que ha cavado entre españoles sitúa a su feligresía en un lado y al resto en el pelotón de cayetanos. Así, fuera matices, todos al mismo saco aunque la encuesta de GAD3, siempre mucho más fiable que las ollas demoscópicas de Tezanos, señale que el 60% de los votantes socialistas está en contra de los indultos a los golpistas del ‘procés’. Pues nada, cayetanos también.
Así que respire hondo, sonría y, si decide sumarse a la protesta en Colón contra la medida de gracia a los presos del 1-O que pretende el Gobierno para asegurarse el sustento independentista, grite conmigo «¡Soy un cayetano, viva la madre que me parió!». Tranquilo, los efectos secundarios no son preocupantes. No haga caso de la propaganda de Iván Redondo, no se enerve con los Icetas y Simancas y trate, tarea ímproba, de no ofenderse por los vituperios de Lastra o Calvo. No levantará el brazo, no cantará el cara el sol y mucho menos pateará a inmigrantes por las calles aledañas. Es más, me juego un pincho de tortilla y caña de Luis Herrero a que si se ha olvidado la bandera en casa, la podrá comprar a un joven llegado de Senegal. Tal cual.
¿Entonces? Lo dicho, baje hasta la plaza, siéntase de verdad sociedad civil, aplauda al político que le plazca, vitoree la proclama más pegadiza y disfrute de la sensación inigualable de ser un rebelde con causa. Porque el domingo 13 será, como me apunta Peláez, un Miguel Ángel Blanco sin vosotros, un dejadnos en paz con vuestro mercadeo, basta de señalarnos y de repartir carnés de buenos demócratas. Muestren a Sánchez y su banda que se merecen más respeto, que son impermeables a la maniquea caricatura que los exégetas del sanchismo se empeñan en dibujar de quienes no comulgamos ni con su concordia de parte ni su sectarismo.
Soy lo que soy y tengo claro lo que no quiero ser ni parecer. Que vaya calando, cayetano porque abjuro del sanchismo. Bendito antónimo. Me voy a planchar, que ya anochece.