El Nobel pronazi se redime entre viñetas
Knut Hamsun, repudiado por su defensa del nazismo, renace en formato cómic con la adaptación de ‘Hambre’
Yen tiempo casi récord, Knut Hamsun (1859-1959) pasó de venerado titán de la literatura noruega y precursor del absurdo fatalista de Kafka a apestado oficial de las letras europeas. De héroe a supervillano en lo que se tarda en decir –o, mejor dicho, en escribir; y a las pocas horas de que el Führer se volase los sesos, para más señas– que Adolf Hitler fue «un guerrero por la humanidad» y una «figura reformadora de primer orden». Así que en apenas dos décadas, veinte años de nada, Hamsun pasó de ganar el premio Nobel de Literatura de 1920 por ‘La bendición de la tierra’ y dejar boquiabierto a Thomas Mann y Hermann Hesse a ver cómo sus compatriotas organizaban multitudinarias hogueras para quemar ejemplares de sus novelas. Otros, los más pacientes y airados, viajaban hasta la granja de Grimstad en la que vivía el escritor para lanzarle copias de sus libros por encima del cercado.
Tampoco ayudó que Hamsun, poco amigo de la industrialización y menos aún de la democracia, regalase su medalla del premio Nobel nada menos que a Joseph Goebbels, gota que colmó el vaso y una de las muchas razones que llevó al Gobierno noruego a juzgarlo, condenarlo y encerrarlo en un hospital psiquiátrico primero y en un geriátrico después. Simpatizante del Nasjonal Samling y del infame Vidkun Quisling, fue condenado a pagar una multa de 325.000 coronas. La otra condena, la del paso del tiempo, le llevaría a morir en 1952 despreciado y aislado. En palabras de la traductora y experta en el autor de ‘Pan’, Kirsti Baggethun, «fue un dios que acabó en el infierno. Era tan amado antes de la guerra que su caída fue tremenda. Porque nada era peor que ser pronazi en Noruega».
Con los años, sin embargo, la obra se ha acabado imponiendo al autor y, pese a sus múltiples sombras, las novelas de Hamsun se han seguido publicando y leyendo. Comprando y regalando. También, claro, ha seguido inspirando a autores tan dispares como Stefan Zweig, Isaac Singer, Henry Miller, Ernest Hemingway, Paul Auster, Charles Bukowski o John Fante. En los últimos tiempos, tanto Jo Nesbø como Karl Ove Knausgård se han sumado al club de fans de Hamsun reconociendo abiertamente su influencia.
Un buen ejemplo de su progresivo renacer es la Biblioteca Hamsum de Nórdica, colección con la que la editorial madrileña recupera la obra del escritor y a la que se acaba de sumar ‘Misterios’, publicada originalmente en 1892. Otro, más vistoso e inquietante (si cabe), es la espléndida adaptación al cómic de ‘Hambre’ que firma el ilustrador noruego Martin Ernstsen y que también acaba de publicar en España Nórdica. ‘Hambre’, sí; el libro con el que, dicen, Hamsun inventó al mismo tiempo la novela moderna y la posmoderna; un libro, en palabras del propio autor, «sobre las delicadas oscilacio
nes de un alma humana, sobre esa extraña vida de la mente, sobre los misterios de los nervios de un cuerpo consumido por el hambre».
La descripción de Hamsun no puede ser más literal, ya que si algo es ‘Hambre’ es una obsesiva espiral en la que un joven escritor deambula por Christiania (antigua denominación de de Oslo) enloquecido por un hambre se diría que buscado y atenazado por sus furiosos diálogos interiores. «Es una novela muy visual. El medio del cómic es muy adecuado para resaltar la vida interior del personaje principal▶ se vuelve más fácil dibujar en secuencias surrealistas, usar exageraciones, evitar decir cosas con palabras...», reconocía Ernstsen.
Publicaba originalmente en 1890, para cuando Hamsun llegó a ‘Hambre’ su vida ya había dado todo tipo de tumbos y volteretas▶ emigró a Estados Unidos en 1882, pero antes de eso ya había trabajado como vendedor ambulante, alguacil, aprendiz de zapatero y obrero de la construcción. En Chicago condujo un tranvía y en Dakota del Norte estuvo empleado en una granja, pero no consiguió hacer fortuna. Pobre y enfermo de tuberculosis, regresó a Europa 1888 y empezó a escribir ‘Hambre’ en una habitación de la pensión más barata de Copenhague.
En las garras de la miseria
Vivencias no debieron faltarle, pero la novela que le convertiría en una celebridad fue, sobre todo, un estado de ánimo. El paisaje desolado que uno se encuentra al mirarse las entrañas. «Aunque ‘Hambre’ nos pone en las garras de la miseria, no ofrece ningún análisis de esa miseria, ni contiene llamada a la acción política. Hamsun, que en su vejez se volvió fascista durante la Segunda Guerra Mundial, jamás se ocupó de problemas de injusticias de clases y su héroe/narrador es tanto un desamparado como un monstruo de arrogancia intelectual», dejó escrito Paul Auster en ‘The Art Of Hunger’.
En su trasvase al cómic, el tormento psicológico del protagonista (sin nombre en el original y con presentado fugazmente como Knud Pedersen, nombre real de Hamsun, en una de las viñetas) no sólo no pierde fuerza, sino que redobla su impacto utilizando colores únicamente cuando es necesario y exprimiendo a conciencia los delirios de tan desdichado hambriento. «Hay tantas frases bonitas y buenos giros en la novela que podría haber sido tentador incluir mucho texto, así que traté de resistirme», dice Ernstsen. A cambio, el ilustrador regala un completo catálogo de mutaciones que lo mismo convierten al caminante sin camino en un chucho callejero que en una oruga, una babosa o una explosión de ira incontrolable.
«El héroe sufre, pero sólo porque ha elegido sufrir», constata Paul Auster a modo de un resumen de una historia que Hamsun nunca creyó que acabaría pasando a la posteridad. «Dentro de cien años todo se habrá olvidado», dijo. 131 han pasado ya y aquí seguimos, hambrientos y errantes.