ABC (Andalucía)

Un pacto engañoso

El rumor de una posible crisis de Gobierno debe tomarse como advertenci­a a quienes sientan la tentación de no apoyar el indulto

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

CUARENTA minutos de diálogo telefónico bastaron a Pedro Sánchez y a Pere Aragonès para concertar la cita que debe «avanzar hacia la superación de los retos comunes». Será antes de finalizar junio y han quedado fijados los temas a tratar, sin líneas rojas. Dan ganas de pensar que por teléfono nos entendemos mejor que personalme­nte. Pero basta conocer la situación para darse cuenta de que estamos ante otro ‘casamiento engañoso’, una de las novelas que Cervantes llamó ‘ejemplares’ para despistar a la Inquisició­n, pues lo que narra en ellas poco tiene de ejemplar. En este caso, el alférez Campuzano tan amante de la buena vida como escaso de cuartos, piensa solucionar su retiro casándose con Estefanía, mujer de vida alegre y mucho postín, que vive en casa de una amiga. En realidad, se trata de un doble engaño, como se descubre tras agotarse el dinero y escapar Estefanía con lo único que le quedaba a Campuzano▶ un collar. Éste se consuela diciendo «las perlas eran falsas». Lo malo es que la enfermedad que le ha dejado la prójima no lo era.

Sánchez necesita los trece votos de ERC para seguir en La Moncloa, y está dispuesto a indultar a los condenados por la intentona separatist­a del 1-O más abrir la mano en la financiaci­ón y estructura­s en Cataluña. De hecho, ya ha empezado a hacerlo. Mientras Aragonès quiere más, mucho más, de entrada no el indulto, sino la amnistía de los reos, que quedarían limpios de toda culpa. Sánchez le ofrece la rebaja en curso del delito de sedición, después de desaparece­r de hecho el de rebelión, para que, si vuelven a intentarlo, como han advertido, la pena sea insignific­ante. Pero no le basta, el president pide «un referéndum de autodeterm­inación y que el Estado se atreva a ganar en las urnas, no en los tribunales ni en la represión, su proyecto político». Que son palabras mayores, pues significar­ía saltarse varios artículos de la Constituci­ón y no sé cuántas sentencias del Constituci­onal y el Supremo. Algo que Sánchez no puede darle, porque perdería el apoyo no ya de la mayoría, sino de su propio partido. Con lo que no habría nada para nadie.

Lo sabe también Aragonès. Pero él está igualmente preso por los suyos. No ya la CUP le exige ir a por todo, sino que Junts per Catalunya, la vieja Convergènc­ia, con un Carles Puigdemont harto del exilio en Waterloo o temiendo que se olviden de él, insiste en que han esperado bastante y suena la hora de que Cataluña sea lo que ellos piden.

El rumor de una posible próxima crisis de Gobierno debe tomarse como advertenci­a a quienes sientan la tentación de criticar, o no apoyar, el indulto, de que saldrían disparados. Pedro Sánchez tiene la exclusiva de contradeci­rse y equivocars­e.

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