Laya, un perfil cuestionado en tiempos revueltos
►Defensora del multilateralismo y de la política a fuego lento, la operación Gali y la pandemia pasan factura a la ministra sorpresa de Sánchez
«Spain is back, Spain is here to stay» («España ha vuelto. España está aquí para quedarse»). Lo expresó de forma rotunda –como suele hablar siempre, ya sea en castellano, francés, alemán o italiano, incluso cuando chapurrea euskera– el día que recibió la cartera que la acreditaba como ministra de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación. Aquel 13 de enero de 2020 hacía escasas semanas que Arancha González Laya había vuelto a España. Se establecía en su país natal después de pasar quince años en Suiza y, antes, otros doce en Bruselas.
Laya fue la gran sorpresa del segundo Gobierno de Pedro Sánchez. No estaba afiliada al partido, por lo que incluso era una desconocida dentro del PSOE, pero también en la política nacional. Pero cuando Sánchez le propuso sustituir a Josep Borrell al frente del Ministerio, Laya no se lo pensó dos veces. Se despidió de las vistas al Mont Blanc de su apartamento en Ginebra y volvió a España.
A la ciudad suiza llegó en 2005 para ser jefa de gabinete de Pascal Lamy, que acababa de ser nombrado director general de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Ocupó ese puesto hasta 2013, cuando se le encargó la dirección del Centro de Comercio Internacional.
«Vocación de servicio»
Laya no volvió a casa por dinero, claro está. Lo hizo porque, según explicó hace no mucho a ‘Vanity Fair’, tiene una gran vocación de servicio público. Quizá sea precisamente esa entrega que dice tener la que le impide salir corriendo después de un año y medio de mandato, donde la pandemia no le ha dejado acometer muchos de sus proyectos.
Como colofón, a Laya se le atribuye una gestión que se ha llegado a calificar de «nefasta» a la hora de resolver una crisis cuyo precedente lejano fue la ocupación del islote de Perejil (2002). Un conflicto que no termina de resolverse y que comenzó el pasado 24 de abril, cuando se permitió que el líder del Frente Polisario, Brahim Gali, entrase en España con identidad falsa para tratarse en un hospital de Logroño de la enfermedad de Covid-19.
Aunque no ha trascendido quién tomó la decisión de acoger en España «por razones humanitarias» al enemigo número uno de Marruecos, el país vecino ha señalado con el dedo a Laya. «El problema principal es que la operación ha salido mal. Si metes al líder del Polisario en España con identidad falsa debes asegurarte de que no se filtra, y mucho menos que Marruecos se entera. Además, no se ha explicado debidamente qué gana España en todo esto», comenta a ABC una fuente diplomática cuando es preguntada sobre el resultado de la operación Gali.
Por eso desde hace días se cuestiona la continuidad de Laya al frente del Ministerio. También ha sido filtrado el desencuentro de los ministerios del Interior o de Defensa con la decisión de acoger a Gali en España. «A la postre había más que perder que ganar», explica otra fuente diplomática. ¿Compartió Sánchez la decisión de acoger al líder del Polisario en el hospital de Logroño? «Todo hace pensar que una decisión de ese calado se toma con la aquiescencia del presidente del Gobierno. No se midieron bien las consecuencias», se relata.
El relevo de Laya en una supuesta crisis de Gobierno sería visto por Rabat como un triunfo, ya que la señaló directamente por la operación Gali▶ «Por eso, quizá no sea buena idea su relevo. Sería un signo de debilidad ante el vecino del sur. Como reconocer, de repente, la soberanía marroquí del Sahara Occidental. Un imposible desde el punto de vista diplomático».
Especulaciones a un lado, en toda esta crisis parece que España solo ha salido perdiendo, a no ser que la entrada de Gali haya influido positivamente en otro socio tan determinante para
España como Arge
lia (¿mejores condiciones en el suministro de gas, tal vez?). Sin embargo, este punto no se ha explicado tampoco.
Con aquel «España ha vuelto para quedarse» de su presentación en sociedad en La Moncloa, Laya expuso una contundente declaración de intenciones. Su mandato se centraría en el liderazgo en Europa y en la sobriedad, alejada de la política de partidos y del Congreso de los Diputados.
Diplomacia económica
El «aquí estamos a otra cosa», que es como siempre se ha entendido la política a fuego lento que se hace desde Bruselas. Muy vinculada al multilateralismo. Una forma de entender las relaciones internacionales que Laya aprendió en la ONU y que consiste en tender puentes entre países con la actividad conjunta y el liderazgo en debates importantes. Como es ahora, por ejemplo, el reto del medio ambiente.
Cuando llegó tenía muy clara la hoja de ruta. A los cinco días de ser nombrada ministra viajó a Bruselas para reunirse con sus homólogos europeos y, tras acompañar al Rey a Israel, lo primero que hizo fue desplazarse hasta Marruecos. En total, ha realizado 59 viajes, entre los que se encuentran casi todos los países de Oriente Medio. El año pasado recibió en Madrid a 20 ministros de Exteriores y, este, a 19.
Sánchez pensó en Laya por su perfil técnico, dominadora de las relaciones institucionales a alto nivel. «Se pretendía elevar al Ministerio de Exteriores a un perfil económico en un momento en el que las disputas comerciales con EE.UU., por ejemplo, con la tasa Google, los aranceles o el conflicto Boeing-Airbus, eran clave. También en clave europea con la salida de Reino Unido de la UE», relata un exembajador. Querían potenciar la diplomacia económica. Todo saltó por los aires cuando la crisis sanitaria se hizo evidente en marzo de 2020. Con la pandemia, llegó a España el reto de la movilidad y Laya se centró en la repatriación de españoles. También se ocupó del Observatorio Covid Internacional para conocer de primera mano las políticas sanitarias de otros países y la movilización para el fondo de recuperación europeo, los famosos ‘Next Generation’.
Intendencia del ministerio
Con todas sus energías puestas en estos asuntos, a lo largo de este más de año y medio Laya se ha olvidado de la intendencia doméstica de su ministerio. Así lo han sentido muchos funcionarios en el extranjero que, aunque entienden que están ahí para servir y facilitar las cosas, han visto como sus reclamaciones se quedaban en la lista de cosas pendientes.
España sigue sin nombrar nuevos embajadores en más de treinta países, entre ellos Reino Unido, India, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia, República Dominicana, Rusia, Irán o Nigeria.
Así desde finales de año, no hay jefes de misión en Londres, Nueva Delhi o Sarajevo, aunque el ministerio insiste en que en todos ellos hay encargados que ejercen sus mismas funciones. Precisamente en la capital india y en Ecuador fallecieron a mediados de mayo por Covid dos empleados públicos. Las muertes coincidieron con las quejas de los sindicatos, que reclamaban un plan de vacunación para los funcionarios expatriados.
Durante sus ruedas de prensa en el Palacio de Viana, Laya no se amilana a la hora de enfrentarse a las preguntas de los periodistas. Responde con rotundidad y convencimiento, en este sentido ha aprendido rápido de sus compañeros que llevan años en política. Da frases inteligentes y elocuentes que al mismo tiempo no revelan gran cosa. En las últimas semanas, cuando la crisis de Marruecos empeoraba por días, su actividad no ha disminuido; pero sí ha tenido un perfil más bajo de cara a los medios. El miércoles suspendió una rueda de prensa para evitar dar explicaciones sobre Marruecos.
Es llamativo que el Gobierno abogue por la transparencia y en la operación Gali no haya habido ninguna. Tras la salida del líder del Polisario esta semana, Laya ha comenzado a desatascar los asuntos que tenía pendientes▶ a las pocas horas de que Gali pisara Argelia, un medio cercano al Gobierno publicó que, seguramente el próximo martes, habrá nuevos embajadores de España por el mundo. Muchos serán mujeres de la carrera diplomática, que era uno de los objetivos de la ministra.
Al día siguiente, al mismo tiempo que Laya dijo que se había vacunado, se supo que había firmado unas medidas ‘in extremis’ para que todos los funcionarios expatriados reciban su dosis. Y es que en el Palacio de Viana la operación Gali y la crisis con Marruecos se quieren dar como un asunto zanjado.