Empieza el baile en el Ibex agárrense a la silla
Sánchez tiene dos años por delante para la reconquista empresarial de España. Completada la toma del tejido corporativo público y asimilado, se le abre ahora un nuevo mundo de posibilidades para el asalto de las privadas ‘pata negra’
SE acabaron las puertas giratorias. Hay que cerrarlas». Así de tajante, firme y con semblanza de tipo serio contestaba en una entrevista en televisión un Pedro Sánchez
entonces solo secretario general del PSOE y al que le quedaban aún un par de años para entrar en La Moncloa tras la moción de censura que tumbó a Mariano Rajoy. Tiempos aquellos en los que Sánchez cargaba contra el enchufismo y contra los dedazos en los nombramientos de cargos públicos y de estos una vez abandonada la vida política. «Puede ser legal –dijo–, pero la política tendría que ir dos pasos por delante de la legalidad y dar ejemplo». Pues... dicho y hecho. Bendita hemeroteca. Fue llegar a la presidencia del Gobierno y empezó con su particularísima ejemplaridad. Dos pasos ciertamente por delante de la legalidad. Porque yo lo valgo, y punto.
Y en esas que se puso manos a la obra desde el mismísimo momento en que apartó a Rajoy,
en junio de 2018. Repaso y recuento de instituciones, entidades, empresas –primero públicas y semiestatales; después, hasta privadas–, cargos susceptibles de desocupar, personal ejecutivo no afín, y ... ¡a jugar!
Pero ‘su’ juego. Y una vez movidas las sillas en las empresas públicas –en las que ya va el señorito por la segunda vuelta, que hay muchos y muchas por contentar, los dos últimas muy recientes, recuerden, en Indra y en el consorcio del AVE a La Meca–, comienza el baile en las privadas, vía sillones independientes y/o externos. Que de aquí a junio de 2022, muchos acaban mandato y podrían cerrarlo sin renovar –hasta 24 consejeros en concreto–, entre ellos Anthony Gardner, Iberdrola;
Ramón Adell, Naturgy; Pedro Fontana, Banco Sabadell;o Juan
Carlos Garay, Acciona... No es tan fácil como decir un ‘quítate tú que ya me pongo yo’, pero con la fuerza del BOE que todo lo puede, y del regulador en cuestión que todo lo mueve, cualquier cotizada de cualquier sector (banca, energía, teleco...), sobre todo de un sector regulado, margen de maniobra para decir «no» es harto complicado. Miren si no la presión de los ERE, los precios de la luz, el recorte de subsidios a las energéticas, los sueldos de los banqueros... Y, a más, tiran de la reputación con pena de telediario y arreglado.
Un juego el de las sillas fuera de lo público pues, que arranca cuando el ‘resiliente’ le pide directamente a los presidentes y CEO de las grandes empresas españolas que en un gesto de buena voluntad y de concordia pongan como consejeros a sus elegidos, a su propia colección de ‘smart people’ sin más oficio ni beneficio que el de estar dispuesto a llevar España al barranco. Luego, ya si eso, los ‘smart’ desde dentro, funcionarán –con perdón– como auténticos ultracuerpos, teledirigidos para parasitar la compañía nodriza y ponerla mirando a La Moncloa.
Todo más viejo, por cierto, que el hilo negro, pero tan eficaz como siempre. Ahora son ‘smart’ los que ayer y siempre no serán más que estómagos agradecidos. Y después, solo hay que dejar a los satélites artificiales que pidan la cabeza del mismo que les abrió la puerta. Todo en nombre del gobierno decorativo –perdón, corporativo–, y de la transparencia para con los mercados y accionistas. Pero ¡cuidado!,
Objetivo: las sillas de 24 consejeros, entre independientes y externos, que acaban mandato de aquí a junio de 2022
porque aún podría ser más arriesgado y contraproducente pensar que muchos de los que ahora están calentando silla en los consejos de administración de las del Ibex 35 lo están por méritos profesionales. Algunos de ellos, por cierto, sin siquiera estudios superiores terminados –aunque doctorados en gramática parda–, están ahí puestos con el calzador de ‘los Sanchez’ que hemos visto desfilar por La Moncloa, y tanta paz dejarían como gloria llevaría apostar por perfiles profesionales y serios que no solo cierren la puerta a los tejemanejes del ‘resiliente monclovita’. Sino que velen por los intereses de los legítimos propietarios de las compañías. Tampoco parece pedir demasiado. Pero va a ser que esa no es la ejemplaridad ni legalidad del actual inquilino presidencial.
Y lo dicho. Tal y como ya está sucediendo con las sillas de las empresas dependientes de SEPI
–obvio brazo ejecutor para colocar a los elegidos–, ocurrirá con aquellos que aún están en las de los consejos de las privadas, donde además hay ya una larga lista de socialistas que no deben de fiarse ni mucho menos, que los empáticos –actuales o futuribles– no tienen por qué ser amigos del presidente. Que Sánchez, no lo olviden, no tiene amigos. Él mismo es su único mejor amigo.
Así, decía, que además de los puestos ejecutivos que ha colado ya el actual Gobierno en el Ibex 35 habitan ilustres socialistas con sillones en sus consejos, de viejas familias del PSOE, y Sánchez no tiene más familia que la suya, que es numerosa. Los de la vieja guardia son, entre otros, los José Blanco y José Montilla
como consejeros o Antonio Llardén –un caso sin igual, que fue puesto en 2007 en el cargo por Zapatero–, de presidente ejecutivo de Enagás; o los Jaime Terceiro (Aena), Cristina Garmendia (Caixabank, Mediaset y Logista), Petra Mateos (Técnicas Reunidas) o Javier de Paz (Telefónica).
Se avistan ya mujeres –muchas mujeres quiere– y perfiles de emprendedores y liantes en temáticas sostenibles, ya sea en tejer calcetines de lana virgen –no crean que es broma– o en aparcamientos solidarios para bicicletas –también va en serio–. Si ha sido capaz de normalizar el discurso de los indultos en España,
imagínense quién le va a toser al ‘resiliente del Gobierno’ por un ponme allí a una Pepita o siéntame ahí un Manolito. Es el pesebre 3.0. Con mucha valentía y concordia, pero el pesebre. Señores, empieza el baile. Agárrense a la silla que no hay para todos.