Tarde para el indulto
No había que ser Margarita del Val para augurar que los contagios volverían a subir
Era algo perfectamente esperable. El levantamiento del estado de alarma hace ya un mes, unido al clima de euforia generado por el ¡por fin! vertiginoso ritmo del proceso vacunatorio provocaría una relajación de nuestras muy aseadas y prudentes costumbres pandémicas. No había que ser Margarita del Val para augurar que sin toques de queda, restricciones a la movilidad y con un creciente número de personas comiéndose la oreja en bautizos, bodas, comuniones y bares los contagios volverían a subir.
Elegimos vivir, y lo necesitábamos. ¿Demasiado pronto? No fueron escasas las voces que así lo advirtieron. Que hubiera sido menester prolongar un poquito más la cautela. Odiamos a los ventajistas pero ahora nos encontramos con lo que tenemos. En Andalucía la meseta se empina y en algunos lugares, fiesta, cada vez más guiris, el risco apunta alto. Afortunadamente el cada vez más elevado grado de inmunización genera sensaciones halagüeñas. Bajan las muertes, menos hospitalizados. Pero tenemos ya demasiada experiencia sabemos que el bicho es canalla y que los positivos de hoy son los ingresos de dentro de unos días. Y que, aunque en menor medida de cuando el entubado era el abuelito, no serán pocos los casos que no tendrán vuelta atrás otras cuantas jornadas después.
Ante una situación así, podrían resultar hasta sensatas las ‘recomendaciones’ en torno a nuevas restricciones que el Gobierno quiere imponer ahora a las comunidades. Si no fuera porque a la mente viene, qué cosas, que ese mismo Gobierno lleva ya justo un año sacudiéndose cualquier responsabilidad en la lucha contra la pandemia. Que si no alargó lo necesario el estado de alarma fue por lo mal que le venía ponerse a negociar con independentistas y radicales justo antes de las elecciones madrileñas. Si no fuera porque, como siempre, no muestra un solo criterio técnico que avale lo que dice. Y que si de repente toca a rebato es que debe de haber alguna espuria razón de por medio. El resto lleva ya demasiado tiempo importándole un pito. No merecen nuestra indulgencia.