ABC (Andalucía)

Los durmientes

JUAN PABLO Con las empresas estatales y las participad­as sometidas a control, presión directa y mucho BOE por desollar, ahora toca dejar el resto bien amarrado por si se produce el cambio político

- COLMENAREJ­O

LA España del enchufe rebrota cual cepa venenosa. Toca poder, se expande como la metástasis y ocupa territorio libre y sano. La colonizaci­ón del Estado anidaba encapsulad­a dentro del pacto Sánchez-Iglesias. El Gobierno, diseñado para asaltar los cielos, topó con una pandemia global abrumadora. Hace un año, el presidente anunció la derrota del virus. Asomó su ansiedad por volver a reiniciar el camino que se vio obligado a abandonar, empujado por la tozuda realidad, esa incomoda compañera de viaje que pone a prueba la tolerancia a la frustració­n: la frontera de la infancia. La ausencia de los adultos en la política española es la actualizac­ión de la orteguiana demanda de los mejores. El plan Sánchez (Rivera siempre tuvo razón, pero se le hizo bola) pasó a latente. Se resistiero­n hasta con las evidencias entrando en tropel por las urgencias. Aquel 8-M fue la prueba del algodón. Ayuso había cerrado ya los centros de mayores. Empezó a pagar el precio de ir por delante.

El pronóstico, bien informado, de María Jesús

Pérez en ABC, sobre el asalto a las sillas del Ibex confirma el rebrote de termitas. Con las empresas estatales y las participad­as sometidas a control, presión directa y mucho BOE por desollar, ahora toca dejar el resto bien amarrado por si se produce el cambio político. Los nombrados engordarán las filas durmientes, empotrados en los sitios golosones. El puñetero poder real se masca en los consejos de administra­ción de élite. En Italia, Mario Draghi ventila la casa. Por la ventana salen los infiltrado­s de la política, abriendo la puerta a los competente­s. Aquí todo lo contrario, a pesar de la ruina del sector financiero en la crisis del euro. ¿No sirvió de escarmient­o el crac de las cajas de ahorro gobernadas por patanes con carné? La mitad del sector financiero se disolvió por el sumidero. Sánchez negocia su tiempo con Aragonès, subordinad­o del sedicioso Junqueras, empuja a los jueces a un barranco con los indultos y reinicia a toda máquina el plan previsto, inquieto y molesto por la certeza de que el 4-M no fue solo una caña a la madrileña.

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