Turismo y juerga
JOSÉ MARÍA Menos mal, me dicen, que se están colando a montones por Gibraltar. Flaco consuelo y peor Gobierno
¿ VA España camino de convertirse en el país de la fiesta, la jarana, el jolgorio, con Madrid como capital, con fines de semana de botellón sin mascarilla naturalmente? Pues tiene toda la pinta, ya que los policías, locales y nacionales, se hartan de poner multas y de disolver grupos, sin que las primeras se paguen y los segundos se disuelvan, pues se van a la plaza más cercana a continuar la farra. Con Barcelona disputándole la plaza, aunque en sus playas, más pobladas de noche que de día y más bebedores que bañistas. Algo así eran el París de 1890 y el Berlín de los años 20 del pasado siglo, con gentes llegadas de las más diversas partes hartas de problemas y ansiosas de divertirse, como si el mundo se fuera acabar mañana. Sobre todo entre la juventud, ellas tanto o más que ellos, haciendo honor al ‘me too’. ¿Tiene que ver el largo confinamiento, el maldito virus o es la falta de salidas de una generación que ya ha asumido que va a vivir bastante peor que sus padres? Posiblemente. Como el buen clima y los excelentes servicios de nuestro país. Daba gusto ver la última Semana Santa a los turistas gozando del sol, de una cerveza y unas tapas en la Plaza Mayor. Porque hacer eso en París o Berlín en abril te expone a una pulmonía que te lleva sin virus al otro barrio.
Para ser justos, sin embargo, hay que dar a cada uno lo suyo, y el Gobierno ha interpretado un papel importante. Recordémoslo:
—Tras no dar importancia al Covid, vista su mortalidad declaró el estado de alarma, que sólo ha levantado al comprobar sus destrozos económicos.
—Pero transfiriendo a las autonomías la reglamentación de movilidad, grupos y horarios. Lo que han hecho teniendo muy en cuenta a sus empresas.
—Temiendo un rebrote de la pandemia, el Gobierno vuelve a dictar normas restrictivas, que media docena de comunidades no aceptan invocando el acuerdo de que «se tendrán en cuenta las peculiaridades de cada territorio».
Únanle que algunos jueces han dado la razón a las autonomías rebeldes y la tendremos armada con un caos de aperturas, cierres, comensales, barra o terraza, aparte de échele un galgo a las peculiaridades, que no son de cada región, sino de cada comarca y, si me apuran, de cada calle, bar y restaurante en ella. Y buenos somos los españoles a la hora de defenderlas.
Todo por tener un Gobierno que todo lo tasa y decide según daña o beneficia a su supervivencia. Y como el Gobierno inglés también se las trae, nos ha metido en la lista de países contagiosos, lo que nos deja sin turistas británicos, cruciales en puntos clave de nuestra costa. Menos mal, me dicen, que se están colando a montones por Gibraltar. Flaco consuelo y peor Gobierno.