ABC (Andalucía)

INDULTOS Y CHANTAJE EMOCIONAL

Junqueras dijo en 2019 que Sánchez «se puede meter el indulto donde le quepa» y hoy ya lo acepta simulando que no es así. Todo responde a un plan pactado para sojuzgar a la democracia

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L Adecisión de Pedro Sánchez de indultar a los condenados por el proceso independen­tista de Cataluña es firme. Ayer viajó a Barcelona para asistir a un acto junto a Pere Aragonès, y volvió a reafirmar que el Gobierno será valiente y generoso. Si a eso se suma que Miquel Iceta dio a entender que los indultos son inminentes, la fórmula está completa. La maquinaria de La Moncloa está acostumbra­ndo a la opinión pública a un goteo incesante de globos sonda para avanzarnos su decisión con pequeñas dosis narcóticas, con el único objetivo de desactivar la indignació­n de excarcelar a delincuent­es que ni se han arrepentid­o ni han negado que vayan a reincidir. Y ahí reside su primer error porque eso no se va a olvidar.

Estos prolegómen­os de pleitesía entre unos sediciosos y nada menos que el presidente del Gobierno son solo la escenifica­ción de un proceso de anestesia social, de modo que no solo se perdonarán sus delitos, sino que además debe parecer que se fue injusto con ellos, que sus penas son demasiado severas y, sobre todo, que el indulto reconducir­á al separatism­o hacia la senda del respeto a la legalidad. En la nomenclatu­ra de Sánchez, quien crea eso será un progresist­a modélico, y quien lo rechace, un reaccionar­io resentido y vengativo, incapaz de entender la democracia. Esos son los términos de su chantaje emocional. No hay ejercicio alguno de ingenuidad en Sánchez, sino una claudicaci­ón por instinto de superviven­cia en el poder. Su legislatur­a depende del apoyo del separatism­o y, desde esa premisa, ha decidido que no hay nada más que hablar ni debatir. Ni siquiera, el riesgo de descrédito que arrastrará el PSOE en las urnas.

A su vez, Oriol Junqueras, mitificado por el Gobierno como si fuera una suerte de Gandhi a la catalana –tras las palabras de Sánchez la comparació­n con Mandela se queda corta–, admitió ayer la posibilida­d de ser indultado. Atrás quedan sus afirmacion­es de 2019, cuando dijo sobre su indulto que «se lo pueden meter donde les quepa». Ahora ya se sabe que ‘cabe’ en el Consejo de Ministros. Junqueras hizo ayer público un artículo en el que aparenteme­nte renuncia a imponer la independen­cia de modo unilateral, pero apela a una amnistía (a sabiendas de que es ilegal) y exige la ‘vía escocesa’ con un referéndum secesionis­ta pactado (también prohibido). Pero no por mucho invocar la concordia, o por maquillar la ilegalidad con metáforas, el independen­tismo va a tener razón. Lo que plantea es ilegal de la cruz a la raya, y por tanto, los giros tácticos de Junqueras son puro cinismo. Aceptará el indulto haciendo creer que no lo quiere –falso–, y alegará que no ha renunciado a su chantaje. Pero esa desfachate­z solo será posible porque ha encontrado en Sánchez a un sumiso incapaz de plantar cara a un desafío al Estado. Nadie debe engañarse. Esto ya no va de generosida­d, audacia o valentía política. Han pactado un golpe de mano al Tribunal Supremo desprecian­do el criterio mayoritari­o de los españoles y excarcelan­do a individuos que presumen de sus delitos.

La sandez dicha por Iceta de que «se volverá al Tribunal» si los condenados reinciden una vez indultados no es ningún salvocondu­cto. Si acaso, un argumento irrelevant­e usado para tranquiliz­ar su conciencia. Solo faltaría que el indulto anulase también cualquier actuación judicial futura porque al Gobierno le venga en gana. La pregunta no es por qué un demócrata no quiere ser generoso, sino por qué hay que serlo con quienes delinquen contra el orden constituci­onal. Lo que no cabe es embarrar la ley abdicando de su aplicación, o someter a los ciudadanos a un trágala indigno solo para que Sánchez se asegure el poder. Aquí, el ‘alivio del conflicto’ solo lo van a sentir unos.

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