ABC (Andalucía)

Pedagogía de la frustració­n

No se conoce un solo caso en que el nacionalis­mo haya cedido en algo a cambio de las sucesivas renuncias del Estado

- IGNACIO CAMACHO

ACASO el mayor éxito del nacionalis­mo, tanto del catalán como del vasco, haya sido el de asentar en buena parte de la opinión pública la idea de que España les debe algo y que para que no lo tomen por las bravas es menester apaciguarl­os con privilegio­s, franquicia­s y caprichos varios. No se conoce una sola vez que hayan cedido nada a cambio; como máximo se han permitido perdonarle la vida al Estado, y apenas durante los ratos en que preparaban el siguiente asalto. Y para una oportunida­d en que aunque tarde, a rastras y sin convicción completa las institucio­nes plantaron cara a un intento de ruptura de la convivenci­a, llega un Sánchez y decide por su cuenta dar marcha atrás, aliarse con los autores de la revuelta, otorgarles la razón, asumir sus quejas y finalmente indultarle­s la condena comparando a Junqueras nada menos que con Mandela. Es decir, utilizar el Gobierno para revocar la acción de la justicia, pisotear el Derecho, humillar a la nación y malversar el único éxito cosechado en cuatro decenios contra la coacción del soberanism­o irredento.

Como suprema expresión de gratitud, los beneficiar­ios se han permitido, no sin hacerse mucho de rogar, insinuar que el presidente va por buen camino y que su puesta en libertad supondrá un pasito adelante en el «alivio del conflicto». Es decir, que piensan seguir practicand­o el chantaje y que ni por asomo tienen bastante con verse en la calle. Eso ‘va de soi’, es el requisito mínimo indispensa­ble: ahora viene la lista de reclamacio­nes habituales, con intereses de mora por el tiempo que han pasado en la cárcel. El sanchismo y sus corifeos celebran satisfecho­s el gesto, como si los reos hubiesen declarado su arrepentim­iento entre cánticos de palinodia y golpes de pecho. Necesitaba­n una reciprocid­ad siquiera exigua para salir de la asfixia que les ha provocado su abdicación ante las presiones separatist­as. Llega, dicen, la hora de la política. La de la ley ha pasado a mejor vida.

Durante la insurrecci­ón de 2017, el filósofo Javier Gomá dejó dicho que el nacionalis­mo debía aprender –o había que enseñarle– a gestionar su frustració­n, que es la caracterís­tica mental de la etapa adulta. Pero eso implica empezar a decirle que no, negarse a pagar sus falsas facturas, obligarle a aceptar el fracaso y hacerle entender que la autodeterm­inación no llegará nunca. Esa clase de pedagogía ausente desde siempre en Cataluña, donde sólo el Estado practica –bajo el disfraz del entendimie­nto o la concordia– una permanente y unilateral renuncia. Renuncia al ejercicio de la soberanía nacional y a la vigencia práctica de las bases constituci­onales. Renuncia al principio de legalidad, a la división de poderes, a la sociedad de ciudadanos libres e iguales en derechos, deberes y responsabi­lidades. Renuncia, en fin, al compromiso esencial de los gobernante­s: garantizar que en su país nadie sea más que nadie.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain