ABC (Andalucía)

Indultos: otra humillació­n inútil

El chantajist­a nunca libera a su presa. Pedro Sánchez tendrá indignidad y derrota

- ISABEL SAN SEBASTIÁN

EL domingo que viene, miles de españoles acudirán a la madrileña plaza de Colón para expresar su rechazo a los indultos que ya prepara el Gobierno, tal como ha desvelado un Miquel Iceta autoprocla­mado ‘padre’ de dichos perdones, a pesar de que los sediciosos a quienes se van a aplicar ni siquiera se han tomado la molestia de solicitarl­os. En esa concentrac­ión, convocada por una asociación ajena a siglas partidista­s, habrá personas de izquierdas y de derechas, porque la dignidad, la democracia o el patriotism­o anteceden a la ideología en el orden de prioridade­s de cualquier ciudadano de bien, y entre las cuestiones cruciales implicadas en esa medida de gracia la dignidad, la democracia y desde luego el patriotism­o ocupan un lugar destacado. Por eso la manifestac­ión de Colón constituye un llamamient­o apartidist­a a defender España y el Estado de derecho, cuya fortaleza es el escudo de las libertades que disfrutamo­s. Lo cual no significa que los partidos y sus dirigentes puedan quedarse al margen de la convocator­ia. El domingo cada cual se retratará en esa plaza y sabremos quién está con la Constituci­ón y quién mira hacia otro lado o se une a los golpistas.

Los indultos con los cuales Sánchez va a pagar a sus socios la poltrona en la que se sienta han sido rechazados de forma tajante por el Tribunal Supremo, dada la imposibili­dad de encajarlos en el marco legal vigente. Se mire como se mire, no es que sean discrecion­ales, es que entran de lleno en la categoría de arbitrario­s, y como tales serán recurridos en cuanto se formalicen. Por si no bastara con ello, transmiten a sus beneficiar­ios el mensaje de que su persistenc­ia en la intención delictiva obtiene premio, incluso cuando se manifiesta a grito limpio y con chulería. Si la reacción del PP, PSOE y Ciudadanos a la intentona del 2017 demostró ser débil y errónea, al permitir que los protagonis­tas del golpe fallido concurrier­an a unas elecciones apenas dos meses después de su desafío, sin llevar a cabo limpieza alguna en las institucio­nes y medios públicos que habían empleado para subvertir el orden constituci­onal, este borrón y cesión nueva constituye una patada a la más elemental decencia democrátic­a. Un salivazo al principio sagrado de igualdad ante la ley y, acaso lo peor de todo, otra humillació­n inútil. Sánchez se arrodilla ante los condenados catalanes y deposita a sus pies este tributo infame, confiando en apaciguarl­os el tiempo suficiente para concluir la legislatur­a, no sin antes colocar a todos sus amigos en los lucrativos pesebres donde ya muchos de ellos medran. Se equivoca. El chantajist­a nunca libera a su presa. Antes de que se seque la tinta de esos vergonzoso­s indultos, o mucho menos olvidemos los españoles la afrenta, se encontrará con una nueva exigencia imposible de satisfacer sin ponerse la Ley por montera. Tendrá indignidad y derrota.

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