ABC (Andalucía)

Viaje mágico y misterioso

Todo estaba prohibido o era pecado salvo jugar al fútbol

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

NUNCA han pasado tantas cosas como en 1968. Fue el año de la ofensiva del Tet y la matanza de My Lai, Massiel ganó Eurovisión, los estudiante­s tomaron las calles de París en mayo, Bob Kennedy fue asesinado en un hotel de Los Ángeles, los soviéticos invadieron Checoslova­quia aquel verano y tres hombres dieron la vuelta a la Luna en el Apolo 8.

El mundo se volvía loco mientras nosotros escuchábam­os a todas horas ‘Magical Mistery Tour’, el disco de los Beatles que nos incitaba a emprender un viaje mágico y misterioso, que, según rezaba la letra, te estaba esperando para llevarte «muy lejos». Coge el día de hoy, acababa la canción.

Aquel ‘long play’ de los Beatles provocó la ira de los censores y de la prensa oficial, que veían una incitación a la droga no sólo por las letras del álbum sino también por la música psicodélic­a y estereofón­ica del cuarteto de Liverpool, que sonaba totalmente original.

Ignoro cuál era el mensaje que querían transmitir los Beatles, si es que había alguno oculto, pero ‘Magical Mistery Tour’ se convirtió en un himno a la rebeldía, al rechazo de aquella España de rosario y sacristía y la adhesión a una nueva estética que venía de la mano de Bob Dylan, los ‘hippies’, Carnaby Street y los chicos de Liverpool.

Todo era pecado en aquella sociedad en la que íbamos a clase los sábados por la tarde, los curas nos atemorizab­an con el infierno y se nos prohibía cualquier contacto, so pena de expulsión, con las adolescent­es de los colegios de los alrededore­s. Esperábamo­s impaciente­s la salida de clase para fumar en un banco a orillas del río.

Aguardamos con ansiedad a crecer unos centímetro­s para entrar a las películas reservadas a los que tenían 18 años. Las clasificad­as por la censura como ‘3-R’ eran para mayores con reparos y las que tenían un ‘4’ eran ‘gravemente peligrosas’. Por ejemplo, ‘La piscina’, en la que se decía que aparecía desnuda Romy Schneider.

Todo estaba prohibido o era pecado salvo jugar al fútbol. Pero nos quedaba aquel viaje mágico y misterioso al que nos incitaban los Beatles con una «satisfacci­ón garantizad­a». No sabíamos en qué consistía, pero seguro que merecía la pena. Máxime viendo la portada en la que los cuatro aparecían con máscaras y cubiertos de pieles de animales, haciendo un gesto de bienvenida.

Cuanto más arremetía le prensa del régimen y la televisión oficial (entonces sólo había un canal), más atractivo nos parecía aquel disco, que incluía canciones inmortales como ‘The Foool on the Hill’ y ‘Strawberry Fields Forever’. No había mayor estímulo para escucharlo una y otra vez, incansable­mente, que su carácter maldito, irreverent­e y pecaminoso. No hay nada como las prohibicio­nes para desear algo. La censura y el franquismo nos hicieron adictos a la música de los Beatles y por eso les estoy muy agradecido.

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