Todavía hay clases
El Gobierno improvisa y propone vacunar contra reloj y sin margen inmunitario a la selección de fútbol
¿El Consejo Interterritorial de Salud de quién depende? Pues ya está. Metido a portero de discoteca, el Gobierno abre el cordón y, como en los tiempos del Buddha Bar, deja pasar a los futbolistas del equipo nacional, que desfilan por delante de la cola para vacunarse con Janssen, suero que les puede terminar de hacer efecto cuando los hayan eliminado de la Eurocopa. La fila da la vuelta a la manzana y los codazos y murmullos, airados, revelan un malestar que surge del agravio comparativo y los privilegios de clase. La culpa –dicen, recuperado el sosiego y el orden– es del Gobierno, cuyas improvisaciones empezaron en marzo del año pasado y llegan hasta las mismas vísperas de un campeonato anunciado en todos los carteles, pero invisible para quienes no ven más allá de su propia resiliencia y parchean con pegatinas su ineficacia. Al Ejecutivo le faltan reflejos y a la opinión pública le sobra hipocresía. La misma sociedad que hasta hace no mucho se benefició del establecimiento de un selecto catálogo de partidos de fútbol de interés general (sic) y que el año pasado, confinada entre aplausos, bufonadas y bizcochos de yogur, se manifestó como una sociedad solo madura en el género del pasatiempo, no puede ahora discutir la esencialidad del gremio que mejor explica y encarna su naturaleza evasiva y su pericia para convertir en prevalente todo lo superfluo, incluso en las peores circunstancias.