ABC (Andalucía)

El manifiesto Batet

La censura pandémica habita en el Parlamento

- JUAN FERNÁNDEZM­IRANDA

No es habitual que seisciento­s periodista­s de medios locales, regionales, nacionales y especializ­ados se unan en torno a un manifiesto. Sucedió a finales de marzo del año pasado, cuando la pandemia habitó entre nosotros y el poder político se apresuró a expulsar a la prensa, siempre incómoda. Fue una ocasión idónea para camuflar el ánimo censor propio de todo poder en una paternalis­ta actitud de protección hacia el periodista. ¡Con toda España metida en casa, cómo iban a ir los informador­es a las salas de prensa!

El esperpento se alcanzó en las primeras semanas de confinamie­nto, cuando en las ruedas de prensa diarias de La Moncloa un miembro del Gobierno se ocupaba personalme­nte de formular las preguntas al Gobierno. Insólito. Se creó un sistema de censura previa que enervó a la profesión porque convertía las ruedas de prensa en actos de propaganda sin control alguno. La respuesta de la profesión fue «La libertad de preguntar», un manifiesto que nació en la Redacción de ABC y que pusimos a disposició­n de todos los profesiona­les. En pocas horas consiguió la adhesión de centenares de compañeros de todo tipo de medios y en un par de semanas logramos doblarle el pulso al Gobierno. Fue un éxito emocionant­e, pero parcial.

Transcurri­dos catorce meses, dos estados de alarma y cuatro olas, el trabajo de los informador­es sigue amenazado. Paradojas de la censura, los que se dieron mucha prisa en cerrar ahora no tienen ninguna por abrir. La palma hoy se la llevan el PSOE, que no abre su sala de prensa «por problemas de ventilació­n», y el Congreso, que mantiene las mismas restriccio­nes desde septiembre y que niega a la Prensa el acceso a los pasillos, auténtico centro de informació­n. Censura pandémica.

Qué se puede esperar de una presidenta que cinco días antes del primer estado de alarma quiso suspender la actividad parlamenta­ria. Su respeto a la institució­n está muy lejos de quienes piensan que en tiempos de guerra el Parlamento es lo último que se cierra. La señora Batet está empezando a enervar a la Prensa, amordazada en la sede de la soberanía nacional. Me cuentan que ya se está forjando un texto que lleva su nombre: el manifiesto Batet.

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