El manifiesto Batet
La censura pandémica habita en el Parlamento
No es habitual que seiscientos periodistas de medios locales, regionales, nacionales y especializados se unan en torno a un manifiesto. Sucedió a finales de marzo del año pasado, cuando la pandemia habitó entre nosotros y el poder político se apresuró a expulsar a la prensa, siempre incómoda. Fue una ocasión idónea para camuflar el ánimo censor propio de todo poder en una paternalista actitud de protección hacia el periodista. ¡Con toda España metida en casa, cómo iban a ir los informadores a las salas de prensa!
El esperpento se alcanzó en las primeras semanas de confinamiento, cuando en las ruedas de prensa diarias de La Moncloa un miembro del Gobierno se ocupaba personalmente de formular las preguntas al Gobierno. Insólito. Se creó un sistema de censura previa que enervó a la profesión porque convertía las ruedas de prensa en actos de propaganda sin control alguno. La respuesta de la profesión fue «La libertad de preguntar», un manifiesto que nació en la Redacción de ABC y que pusimos a disposición de todos los profesionales. En pocas horas consiguió la adhesión de centenares de compañeros de todo tipo de medios y en un par de semanas logramos doblarle el pulso al Gobierno. Fue un éxito emocionante, pero parcial.
Transcurridos catorce meses, dos estados de alarma y cuatro olas, el trabajo de los informadores sigue amenazado. Paradojas de la censura, los que se dieron mucha prisa en cerrar ahora no tienen ninguna por abrir. La palma hoy se la llevan el PSOE, que no abre su sala de prensa «por problemas de ventilación», y el Congreso, que mantiene las mismas restricciones desde septiembre y que niega a la Prensa el acceso a los pasillos, auténtico centro de información. Censura pandémica.
Qué se puede esperar de una presidenta que cinco días antes del primer estado de alarma quiso suspender la actividad parlamentaria. Su respeto a la institución está muy lejos de quienes piensan que en tiempos de guerra el Parlamento es lo último que se cierra. La señora Batet está empezando a enervar a la Prensa, amordazada en la sede de la soberanía nacional. Me cuentan que ya se está forjando un texto que lleva su nombre: el manifiesto Batet.