ABC (Andalucía)

Nadal y Djokovic, sin piedad con los jóvenes

El español minimiza a Sinner en su camino a cuartos y el serbio remonta a Musetti, que acabó retirado

- L. M.

Vivía Roland Garros una situación curiosa repetida con tres horas de diferencia. Los espectador­es señalaban los marcadores del recinto, curiosos porque Novak Djokovic perdía ante Lorenzo Musetti por 7-6 (7) y 7-6 (2) a las tres y media de la tarde, y sobre las seis volvían a señalarlos porque Rafael Nadal iba 5-4 abajo en el primer set con saque de Jannik Sinner. Pero antes de que se encendiera­n las luces artificial­es, Roland Garros escribía los nombres de Djokovic y Nadal en los cuartos de final.

Son la constante a pesar de que el tenis mire hacia todos los lados buscando ese relevo que llegará, pero que hoy todavía está demasiado verde. Al menos, en grandes escenarios, a cinco sets y contra rivales cuya leyenda impone casi más que los golpes. Djokovic tardó dos horas y media en despejarse la pereza, pero después de un paso por el vestuario para cambiarse de ropa interior, destrozó a Musetti, 19 años, incapaz de sumar más de 14 puntos en tres sets. Al final, el físico que es poderoso por la edad, pero se desgasta por la falta de costumbre, el italiano se retiró aquejado por calambres (6-7 (7), 6-7 (2), 61, 6-0 y 4-0).

Menos tardó Nadal en ofrecer una lección de gestión del tiempo y del espacio a Sinner, otros 19 años, dos metros y brazos como catapultas. Los utilizó de maravilla en el inicio del primer set; cada golpe, un bombazo que empujaba al balear muy lejos de la línea de fondo. Pero, después de irse al vestuario por un problema con las lentillas, con el 5-4 y saque, esos brazos se convirtier­on en gelatina. No entró ningún saque, y para acabar de regalarle el set y el partido, una doble falta. A partir de ahí, la frase que dijera el propio Nadal antes de esta ronda: ya no hay concesione­s.

No está el balear para dar lecciones a nadie, mucho menos a estos jóvenes que aspiran, algún día, a sucederlos en el trono. Por ahora, él es el presente, 104 victorias por solo dos derrotas, así que no muchos han encontrado la fórmula para que no siga siendo también el futuro en París.

Calma

El balear se medirá en cuartos con Schwartzma­n, al que ha ganado diez de once partidos, pero que sabe jugarle en tierra

«He cometido errores desde el 2-0 hasta el 5-5, quizá más por falta de calma que otra cosa. Cuando ocurre lo del primer set hay que solucionar­lo antes; estaba al límite. He perdido pista y debí recuperar la agresivida­d y la calma antes. Más que mejorar cosas, tengo que darle continuida­d a las buenas. He tenido algún momento de desconcent­ración durante los partidos, y cuando no los ha habido el nivel ha sido alto y ha ido a más», confirmó el balear, molesto en el partido porque las luces se encendiero­n cuando todavía había sol y le dificultó en algunos momentos.

Ya está en cuartos donde se enfrentará a un Diego Schwartzma­n que superó a Jan-Lennard Struff por 7-6 (9), 6-4 y 7-5. «Siempre es un placer jugar aquí, pero ahora que me toca Rafa quizá un poco menos», bromeó el argentino que solo ha conseguido una victoria ante el español de once encuentros. Pero sí le sabe poner en problemas sobre la arcilla, como en aquella edición de 2018 en la que se llevó el primer e iba lanzado a por el segundo hasta que la lluvia aplazó el encuentro. «Ha superado una situación difícil en la gira de tierra y cuando empiezas a ganar partidos te sientes más fuerte, llegas con más ganas. Siempre ha sido difícil jugar contra él», aceptó el balear.

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// AFP Nadal, ayer ante Sinner

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