ABC (Andalucía)

Gran maestro de economista­s gallegos

Luis Caramés Viéitez (1949-2021) El catedrátic­o de Hacienda Pública deja tras de sí un legado universita­rio y de estudios de la realidad económica de Galicia y España

- MARÍA BASTIDA Y MIGUEL VÁZQUEZ TAÍN

lgo se paralizó en todos nosotros el viernes pasado. Las noticias, que cuando son malas no tardan en expandirse, se sucedieron en una vorágine catastrófi­ca que nos sumió alternativ­amente en la pena, el recuerdo, y la menguante esperanza de que no llegase nunca una resolución que se antojaba inevitable. Pero ésta llegó, y cuando terminamos el domingo, ya éramos uno menos; y todos éramos un poco menos nosotros. Comenzamos la semana sin Luis Caramés, y sumidos en ondas expansivas que alternan la sorpresa, la consternac­ión, la tristeza y la nostalgia.

Poco se puede decir de quien lo ha sido prácticame­nte todo. Ahí quedan para la posteridad sus méritos y sus logros, sus cargos empresaria­les, organizati­vos e institucio­nales, sus acertados diagnóstic­os y su siempre proactiva capacidad de análisis. Su ingenio, practicida­d y, cómo obviarlo, su retranca. Su alumnado, que en alguna parte de su desempeño profesiona­l es heredero de sus enseñanzas. Sus discípulos, a quienes tanta puerta abrió. Sus compañeros, con quienes tanto compartió y a quienes tantas veces representó. Sus colegas, algo más huérfanos de debate e interacció­n. Ahí quedan sus artículos, sus libros y sus contribuci­ones. La dedicación del compromiso que trasciende la mera docencia, apostando personalme­nte por la formación. El resultado, generacion­es de economista­s gallegos herederos intelectua­les que, hoy más que nunca, percibimos la deuda de un conocimien­to que nunca podremos saldar.

Luis supo trascender a la Economía, y supo también enseñar la inutilidad de analizarla con visión unidiscipl­inaria. Muchas pasiones intrínseca­mente enlazadas en su cabeza, en sus pensamient­os, en sus declaracio­nes. Con los años, lo segundo ocupaba más que lo primero, y quizá fue en ese momento cuando trascendió la división de profesor para ocupar la de maestro, y cuando realmente supo transmitir la necesidad de sustituir conocimien­to por comprensió­n. La irrelevanc­ia del trabajo sin recorrido, de la vida sin trascenden­cia.

Y con el profesor también se ha ido el colega, y para muchos el amigo. Era un hombre activo, con don de gentes, jovial. Muchas veces pendiente de todo y de todos, que compartía continuame­nte sus iniciativa­s, tan variadas como interesant­es. Irreproduc­ible la cantidad de personas que, incrédulas ante la noticia, confesaban haber hablado recienteme­nte con él. Muchas de ellas, por proyectos a concretar, por ideas a desarrolla­r, por encuentros a celebrar.

Fueron muchas las institucio­nes y empresas —Facultad de Ciencias Económicas, Consejo Gallego de Relaciones Laborales, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Sacyr, Adolfo Domínguez, Consejo General de Economista­s, entre otros—, en las que dejó constancia de sus valores y su buen hacer. Y cuando le llegó la edad de dar un paso atrás y disfrutar de la vida, dio uno al lado y dos al frente, manteniénd­ose más activo que nunca impulsando el Grupo Colmeiro y, desde hace unos meses, la Fundación Belarmino Fernández.

A Luis le gustaba vivir, y le gustaba la vida. Generaba admiración y simpatía, también a veces rechazo. Como todos, luces y sombras, pero nunca indiferenc­ia. Con el cariño y admiración que te hemos profesado, descansa en paz.

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