Gran maestro de economistas gallegos
Luis Caramés Viéitez (1949-2021) El catedrático de Hacienda Pública deja tras de sí un legado universitario y de estudios de la realidad económica de Galicia y España
lgo se paralizó en todos nosotros el viernes pasado. Las noticias, que cuando son malas no tardan en expandirse, se sucedieron en una vorágine catastrófica que nos sumió alternativamente en la pena, el recuerdo, y la menguante esperanza de que no llegase nunca una resolución que se antojaba inevitable. Pero ésta llegó, y cuando terminamos el domingo, ya éramos uno menos; y todos éramos un poco menos nosotros. Comenzamos la semana sin Luis Caramés, y sumidos en ondas expansivas que alternan la sorpresa, la consternación, la tristeza y la nostalgia.
Poco se puede decir de quien lo ha sido prácticamente todo. Ahí quedan para la posteridad sus méritos y sus logros, sus cargos empresariales, organizativos e institucionales, sus acertados diagnósticos y su siempre proactiva capacidad de análisis. Su ingenio, practicidad y, cómo obviarlo, su retranca. Su alumnado, que en alguna parte de su desempeño profesional es heredero de sus enseñanzas. Sus discípulos, a quienes tanta puerta abrió. Sus compañeros, con quienes tanto compartió y a quienes tantas veces representó. Sus colegas, algo más huérfanos de debate e interacción. Ahí quedan sus artículos, sus libros y sus contribuciones. La dedicación del compromiso que trasciende la mera docencia, apostando personalmente por la formación. El resultado, generaciones de economistas gallegos herederos intelectuales que, hoy más que nunca, percibimos la deuda de un conocimiento que nunca podremos saldar.
Luis supo trascender a la Economía, y supo también enseñar la inutilidad de analizarla con visión unidisciplinaria. Muchas pasiones intrínsecamente enlazadas en su cabeza, en sus pensamientos, en sus declaraciones. Con los años, lo segundo ocupaba más que lo primero, y quizá fue en ese momento cuando trascendió la división de profesor para ocupar la de maestro, y cuando realmente supo transmitir la necesidad de sustituir conocimiento por comprensión. La irrelevancia del trabajo sin recorrido, de la vida sin trascendencia.
Y con el profesor también se ha ido el colega, y para muchos el amigo. Era un hombre activo, con don de gentes, jovial. Muchas veces pendiente de todo y de todos, que compartía continuamente sus iniciativas, tan variadas como interesantes. Irreproducible la cantidad de personas que, incrédulas ante la noticia, confesaban haber hablado recientemente con él. Muchas de ellas, por proyectos a concretar, por ideas a desarrollar, por encuentros a celebrar.
Fueron muchas las instituciones y empresas —Facultad de Ciencias Económicas, Consejo Gallego de Relaciones Laborales, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Sacyr, Adolfo Domínguez, Consejo General de Economistas, entre otros—, en las que dejó constancia de sus valores y su buen hacer. Y cuando le llegó la edad de dar un paso atrás y disfrutar de la vida, dio uno al lado y dos al frente, manteniéndose más activo que nunca impulsando el Grupo Colmeiro y, desde hace unos meses, la Fundación Belarmino Fernández.
A Luis le gustaba vivir, y le gustaba la vida. Generaba admiración y simpatía, también a veces rechazo. Como todos, luces y sombras, pero nunca indiferencia. Con el cariño y admiración que te hemos profesado, descansa en paz.