Nadal supera el escollo de Schwartzman y ya está en las semifinales de París
El balear sube el nivel en un partido en el que Schwartzman le exigió y le frenó la racha en 36 sets consecutivos, récord que sigue en los 41 de Borg Es la victoria 105 y la decimocuarta semifinal en París, y siempre que ha llegado a esta ronda levantó e
El presentador de la Philippe Chatrier tiene que tomar aire varias veces cuando le toca el turno de explicar quién es Rafael Nadal. Todo el mundo lo sabe, claro, de ahí que los aplausos rompieran su parlamento cuando empezó con la retahíla de títulos del balear en Roland Garros▶ 2005, 2006, 2007, 2008, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2017, 2018, 2019 y 2020, por el momento. Es una barbaridad que a algunos rivales les cuesta digerir. Pero si han sido, con la de ayer, 105 victorias en 107 partidos es porque el reto de Nadal en París es prácticamente infranqueable. Lo dijo ayer, en partido y de palabra, Diego Schwartzman, y todos los demás rivales que han pasado por su yugo.
No es solo que se le dé bien la tierra, no es solo que tenga un tenis que se activa con esta superficie, no es que sus números y su estatua en la entrada del recinto impresionen a cualquiera. Es, quizá más que nada, esa capacidad de encontrar el recurso adecuado, el nivel exigido, la pieza exacta en el momento preciso y bajo presión. Ayer, palabras de Nadal, esa pieza fue la calma, porque después de un primer set con ciertas irregularidades, y un segundo en el que se vio aprisionado por Schwartzman, supo encontrar esa tranquilidad para salir del enredo y enredar a su vez al rival. Todo, en apenas un chasquido, un punto determinado, un buen juego, un escalón más en la exigencia para otra notable victoria. Que significa la semifinal, decimocuarta en esta pista, y que esconde, además, el dato de que siempre que ha llegado hasta aquí, ha acabado mordiendo la copa el domingo.
«En el segundo set golpeaba corto, con un movimiento brusco y la pelota no tenía la longitud necesaria para hacer daño a un jugador del nivel de Diego. Lo que se ha dado es que he encontrado la calma para golpear la pelota como lo hago en los entrenamientos. Sabía que si eso ocurría tenía la opción de sacar adelante ese set. Necesitaba esa sensación de tranquilidad, no romper el gesto que, con la presión, se va ensuciando. Hoy [por ayer] ha salido bien. Y después, he jugado al mejor nivel del torneo», analizaba
como siempre, y advertía a la vez. Está todo en su sitio, incluso esa calma que no se puede entrenar porque solo puedes buscarla cuando la presión significa jugarte un punto, un juego, un set o un partido.
Superado el siempre engañoso estreno en París, contra Alexei Popyrin, ganó confianza con un perfecto primer set ante Richard Gasquet, tuvo un buen entrenamiento con Cameron Norrie y aplastó las ínfulas del joven Jannik Sinner. «Ya no hay concesiones», zanjaba el balear. Los rivales, a partir de la segunda semana, exigían dar ese pasito hacia delante, obligado no solo por la ronda sino también, y mucho, por el rival.
Porque Schwartzman camufla la poca estatura (1,70 metros) que se le pretende a un jugador de élite con mil virtudes; entre ellas, una por la que pagarían los tenistas de la nueva hornada no hay vértigo cuando se acerca a las alturas. Tiene todo el argentino, 10 del mundo, 4 títulos un tenis mayúsculo, la inteligencia de los mejores y la bravura de los elegidos.
«Siempre se escapa»
Con esas cualidades no era extraño que ya en 2018 encontrara recursos para apretar a Nadal, como lo hiciera ayer, aunque el primer zarpazo lo diera el de Manacor. Ya en el segundo, sin bajar ni la calidad ni los brazos, supo arrinconar al español, perdido cuando le abrían la pista y le restaban a los pies, mano firme y dulce para cambiar direcciones y empujar al rival más allá de la línea de fondo. Frustración, un ‘¡Vamos!’ para aliviarse, más sudores que nunca en todo el torneo. Pero, entonces, el mejor Nadal.
Ante el peligro, activó el resorte que siempre encuentra cuando es necesario y por el que se entiende que solo sume dos derrotas en más de un centenar de encuentros. A partir del 4-3 del tercer parcial, halló esa calma para pensar un segundo más, llegar un milímetro mejor a la pelota y salir del enredo. Al argentino se le acabaron las ganas. Ni los ‘¡Diego, Diego, Diego!’ de una grada que lo apoyó en todo momento le dieron alivio. A pesar de todo lo que tiene, de todo lo que dio, no le llegó más que para ese puñado de roturas y ese set con el que cortó la racha del balear, que se frena en 36 seguidos en Roland Garros y permanece inalcanzable el sueco Björn Borg con 41. Lo había hecho todo, y volvió, otra vez, con las manos vacías y con un 6-0 abrumador. Cuando Nadal sube el nivel es difícil que lo baje.
«De las doce veces –once victorias para el español– hay, quizá la mitad, incluso en la que le gané, que fueron muy parejos. Pero al final, siempre termina ganando. El estar más o menos cerca o no sigue siendo una derrota. Es mucho mejor hacerlo así, jugando muy bien contra alguien que es Rafa, claro, pero siempre encuentra la forma de escaparse», ponía en palabras Schwartzman lo que supone este Nadal en Roland Garros. «Duele porque se van repitiendo los partidos y no, tampoco lo puedo hacer esta vez y es doloroso. Hay que ver el contexto también, y analizar que es imbatible aquí, los números lo dicen. Es ser realista, entro a jugar contra el mejor en esta superficie y en este torneo. Ojalá otro año me toque en la otra parte del cuadro», asumía el argentino, poniendo voz a todos los que cayeron en los 104 partidos anteriores.
Son catorce semifinales, y dicen los números que, llegada esta ronda, acaba mordiendo el domingo. La mejor versión de Nadal está preparada para certificar los números con hechos.
«Lo que se ha dado es que he encontrado la tranquilidad para golpear la pelota. Necesitaba esa calma», admitió Nadal
«Es imbatible aquí, los números lo dicen. Es el mejor en esta superficie y en este torneo», se lamentó Schwartzman