Garry Winogrand, el placer de mirar otra América a todo color
Barcelona reúne 170 obras del padre de la ‘street photofraphy’ y sus diapositivas
Garry Winogrand (Nueva York, 1928) empezó a cursar estudios de pintura en la Universidad de Columbia, pero lo dejó en cuanto se dio cuenta de que todo aquello, ese parsimonioso ir y venir entre lienzos y pintura, estaba a años luz de la energía que le atravesaba el cuerpo. ¿Un ejemplo? En 1964 aprovechó el dinero de una beca Guggenheim para recorrer Estados Unidos en coche y retratar la otra cara del ‘american way of life’. Ya saben: ferias estatales, pesca en el río Klamath, veteranos de Primera Guerra Mundial, celebraciones de Pascua… A su regreso, el siempre energético y voraz Winogrand había disparado más de 500 rollos fotográficos, la mitad de ellos en color. «Quería fotografiarlo todo y todo el rato», apunta Drew Sawyer, comisario de la exposición que el KBr de la Fundación Mapfre dedica al fotógrafo estadounidense en Barcelona y en la que pueden verse, por primera vez en España, su trabajo a todo color.
Winogrand, considerado uno de los padres de la ‘street photography’ y apodado ‘El príncipe de la calle’ por su afición a recorrer las aceras del Bronx y Manhattan con su Leica M4 a cuestas, hizo de la ‘infinitud del tema’ su razón de ser. «Se sale de lo que era la norma» apunta Sawyer. Tanto es así que entre las 170 fotografías que articulan esta retrospectiva se entrecruzan viajes, escenas callejeras, idas y venidas por el zoo del Bronx y el acuario de Coney Island, manifestaciones estudiantiles, paisajes de la América interior, ruedas de prensa, noches de estreno en la Metropolitan Opera, campañas electorales… «Su trabajo revela una simpatía, casi un afecto, hacia las imperfecciones y las debilidades de la sociedad», dejó dicho John Szarkowski, conservador del MOMA y uno de sus grandes valedores.
Tan concienzudo recorrido por los rituales y aparentes nimiedades de la vida americana arranca en las páginas de ‘Collier’s’ y ‘Harper’s Bazaar’, revistas sin el pedigrí de ‘Life’ que, sin embargo, le sirvieron para convencerse que el fotoperiodismo no era lo suyo. «Se rebela contra la idea de que el fotógrafo debe ser motor de cambio social. Se mueve en el terreno de la ambigüedad», apunta el comisario.
Un buen ejemplo de sus fotografías callejeras: vemos una pareja circulando en un descapotable por Park Avenue mientras un pequeño simio mira con actitud desafiante a la cámara. ¿El significado? Qué más da. «Él crea un marco y yuxtapone imágenes para que alguien las interprete, pero no hay una narrativa única. Estaba en contra del enfoque ilustrativo y rechazaba la idea de que el arte debía ser interpretado», explica Sawyer. Incluso en sus series más explícitas y combativas, como las que realizó en los zoológicos estableciendo paralelismos entre la segregación racial y de género de la época, lo importante no era el significado, sino el placer de la mirada.
Esa misma mirada es la que años más tarde le acompañaría en su viajes a lo largo y ancho de Estados Unidos en busca de las costuras de una creciente sociedad de consumo, y la que acabaría fijando sobre la sociedad del espectáculo. O, mejor dicho, sobre cómo los medios de comunicación filtran el mundo. De ahí surge su icónica imagen de John F. Kennedy, con Winogrand retratando al del presidente de espaldas mientras un televisor muestra su rostro al mismo tiempo, o sus estudiados desencuadres de ruedas de prensa de Nixon o Muhammad Ali, desplazados del centro de la imagen para mostrar cables, micrófonos y equipos de grabación.
Por primera vez en España, se muestra una selección de sus diapositivas en color. Un total de 152 imágenes de las más de 45.0000 que se conservan en el archivo Winogrand del Center For Creative Photography de Tucson y que permiten descubrir cómo el fotógrafo neoyorquino concebía el color como un elemento más de la imagen.