LA OBRA DESCARNADA DE CARRÈRE, PRINCESA DE ASTURIAS DE LAS LETRAS
Emmanuel Carrère, Princesa de Asturias de las Letras por borrar «las fronteras entre la realidad y la ficción»
Sostiene Emmanuel Carrère que «el periodismo es una forma de literatura, pero no todo el periodismo es necesariamente literatura, igual que tampoco todas las novelas lo son». Esa fina línea entre la ficción y la realidad está destinada a ser habitada sólo por unos pocos, maestros de la narrativa capaces de contar grandes historias. Entre ellos, el escritor y periodista francés, claro, cuyo universo personal y, por tanto, profesional ha sido reconocido con el Princesa de Asturias de las Letras 2021. Sólo unas horas después de conocer la buena nueva, Carrère compareció ante la prensa por videoconferencia con semblante feliz, sonriente, aunque con ese rostro plagado de arrugas que le hace parecer siempre exhausto. «Escribir es el centro de mi vida, y creo que todos los escritores podrían decir lo mismo. Lo que sucede es que, como no escribo realmente ficción, mi vida está muy vinculada a lo que cuento. En ese sentido, tal vez hay un compromiso más evidente, pero un buen escritor siempre está comprometido con su trabajo, y lo está íntimamente, aunque escriba cosas alejadas de su vida», dijo Carrère, en relación a una de las motivaciones del jurado para premiarle, su «fuerte compromiso con la escritura como vocación inseparable de la propia vida». El francés reconoce que hay una especie de fino y misterioso hilo, como la vida, que une su obra de principio a fin, cuando lo tenga. Y en ese avanzar, a tientas, a veces a oscuras, la inspiración de Carrère es clara: «Todos estamos dentro de la caja del determinismo social, cultural, lo propio de nuestra época, pero podemos intentar liberarnos de eso y ver las cosas desde más arriba, para observar lo que hay alrededor. No sé si lo consigo, pero ese es el objetivo de mi trabajo: ser más libre, más inteligente, comprender mejor lo que me rodea. Escribir libros es un vehículo para llegar a eso».
Emparejado, quizás ya de por vida, con la ‘autoficción’, ese término que de tanto usarlo, como el amor, se terminará rompiendo, el escritor reconoce que es un concepto que no le gusta demasiado. «Hago escritos autobiográficos, que es algo que existe desde hace mucho tiempo», justifica. Eso sí, reconoce que, «de vez en cuando, sí tienes cosas que contar sobre ti mismo», como las relatadas en ‘Yoga’, su último libro, con el que se quedó fuera del ansiado Goncourt y por el que su exmujer se agarró
«He escrito cosas sobre la capacidad del ser humano de hacer el bien, que es mucho más misteriosa que la de hacer el mal»
un enfado morrocotudo, al borde de la demanda, al haber contado con sus intimidades maritales, previo acuerdo de no hacerlo. Una situación «muy excepcional», que no se repetirá, pues «había asumido un compromiso que no tengo por qué volver a asumir». En cualquier caso, no es complaciente con su ‘yo’ literario: «Está bien poder decir cosas que no son muy honorables sobre uno mismo». No le importa sacrificar su intimidad.
Desafíos
Habiendo retratado a personajes un tanto oscuros, con recovecos, como Jean-Claude Romand, en ‘El reino’, o Limónov, en un libro del mismo nombre, Carrère se muestra cauto, pues la materia es tan frágil como la humanidad misma. «Yo he escrito cosas que, en última instancia, hablaban del bien, es decir, de la capacidad del ser humano de hacer el bien, que es mucho más misteriosa que la de hacer el mal. Parece que el mal es algo misterioso, y yo creo que el bien igual es más misterioso. También oímos decir que el bien y el mal son cosas muy ambiguas, pero no es cierto, la mayor parte del tiempo sabemos dónde está el bien y dónde está el mal».
En esta sociedad nuestra, en la que Picasso es acusado, en la plaza pública, de maltratador, el escritor confiesa sentirse «un poco incómodo ante los excesos, sobre todo cuando son retroactivos, cuando se ignora la dimensión histórica». Pero lo dice «con todas las precauciones, andando de puntillas», sabiendo que pisa arenas movedizas. ¿Y la pandemia, ese desafío, en todos los sentidos, también en el narrativo? «Hace año y medio que vivimos en una distopía. Lo real está demostrando una imaginación desbordante, y no en un sentido positivo. Si escribir relatos imaginando una sociedad más feliz pudiera tener un impacto sobre lo real, podría intentarlo, pero no me veo haciéndolo, la verdad. Tengo la impresión de que lo que podemos conocer como positivo en el mejor de los casos es individual, pero no colectivo».