«Hoy no podría escribir ni una palabra en prensa. No me publicarían»
El referente del denominado ‘Nuevo Periodismo’ repasa de forma descarnada su vida y la actualidad
Que sea con Hendrick’s, ¿eh?», advierte Gay Talese cuando instruye al camarero cómo quiere su martini antes de la cena. «Sin hielo», le corta antes de que llegue la pregunta, desde un pequeño reservado del restaurante Isle of Capri, en el Upper East Side de Manhattan.
Talese es un habitual del local y una leyenda viva fuera de él. Fue artífice sin buscarlo del llamado ‘Nuevo Periodismo’, con Tom Wolfe, Joan Didion o Truman Capote, porque se fijaba en lo que otros despreciaban y escribía con la precisión de un orfebre. Algunos de sus artículos y libros son joyas a medio camino entre el periodismo y la literatura que se estudian en las universidades.
Acomodado en su mesa favorita, con el sombrero Panamá descansando en otra silla, tamborilea con sus dedos huesudos en la base de la copa de martini. Tiene la apariencia de un patricio venerable, un ‘dandy’ imposible de desaliñar. Es una noche sofocante en Nueva York, de esas en las que sobra hasta el reloj. Talese solo ha indultado al chaleco de un traje crema y no ha aflojado un punto la corbata roja. La pandemia tampoco ha trastocado sus planes: «No he dejado de ir a los restaurantes todo este tiempo. Mis amigos huyeron de la ciudad como de un nido de avispas. Ahora me llaman para quedar y me produce desprecio».
Pero Talese también es un animal acorralado. Por la tecnología –abre la chaqueta ribeteada para enseñar un forro donde no hay rastro de teléfono móvil–, por la edad –cumple 90 años el próximo febrero– y por los tiempos.
«Me siento muy fuera de lugar, muy fuera del siglo XXI», reconoce. «Me quedé en la mitad del siglo XX». Talese, un verso libre, lenguaraz, inconformista, inclinado a llevar la contraria, rompe los platos por donde va en la corrección política que domina a las élites culturales de la costa Este.
–Señor Talese, gracias por acceder a esta entrevista.
–Pero no entiendo el motivo, no soy noticia. No acabo de publicar un libro. ¿Cuál es el interés?
–El interés es usted.
–Ah, bueno, pregunte entonces.
Pero no permite que eso ocurra, porque las preguntas siempre vienen primero de él. Talese arranca toda conversación con una ametralladora de interpelaciones sobre la vida privada del que tiene enfrente. Deformación profesional de un tiburón de historias que se interesa por los personajes secundarios, por las tramas desconocidas. Como cuando la conversación llega al tenis, uno de las aficiones favoritas de Talese, en la semana en la que Rafael Nadal caía con Novak Djokovic en una semifinal histórica de Roland Garros. Talese se entusiasma con el español▶ «En lo mío, quiero ser como él, demostrar que puedo salir ahí y pegar bolas».
–¿Nadal tiene mujer?–, pregunta de manera intempestiva.
–Sí...
–¿Desde hace mucho?
–Sí, lleva muchos años con su pareja, es de su mismo pueblo.
–¿Tienen niños?
–No.
–¿Pero están casados?
–Sí, se casaron hace un par de años.
–¿Pero qué tipo de mujer es? ¿Es como la de Federer, que le sigue en todo el circuito?
–Ella va a los grandes torneos. Es una persona muy discreta.
–Ah…
Sus figuras privadas
La discreción de Mery Perelló ilumina los ojos de Talese, pendiente del que está en el plano oscuro. «Los periodistas están en busca de gente noticiosa. Pueden ser atletas, políticos, actores. Quieren figuras públicas. Yo quiero figuras privadas», explica.
Los encontró en los trabajadores anónimos del puente Verrazzano, que une Brooklyn y Staten Island, y que sacó a la luz en su libro ‘El puente’ (1964); o en los mafiosos de la familia Bonanno de ‘Honrarás a tu padre’ (1971); o en las decenas de perfiles de personajes neoyorquinos que retrató en sus años en ‘The New York Times’. También incluso cuando el protagonista tenía más nombre que nadie: la revista ‘Esquire’ le encargó un perfil de Frank Sinatra y Talese le persiguió durante meses sin poder hablar con él. Pero pergeñó un artículo de todo lo que está detrás del personaje –‘Frank Sinatra tiene un resfriado’ (1966)– considerado el mejor perfil de la historia del periodismo.
Anuncia que está trabajando en un nuevo libro, que llevará por título ‘Bartleby and Me’, una referencia a ‘Bartleby, el escribiente’, un relato de Herman Melville con un protagonista sombrío, extraño. Será una colección de personajes anómalos con los que Talese se ha cruzado en su rastreo de la sociedad estadounidense, desde un escritor de obituarios hasta un médico que prefirió dinamitar su propia casa –con él dentro– antes que darle la mitad a la mujer de la que se había divorciado.
«Escribo como un sastre», ha dicho alguna vez Talese, que trabaja cinco horas al día. Lo hace en el sótano de su casa, rodeado de cajas con documentos y notas de sus proyectos. Escribe a mano en cuadernos de hojas amarillas, que corrige y retoca hasta la extenuación. «Escribo y escribo hasta que creo que he acabado una frase, o hasta que creo que esa frase ha acabado conmigo», ha explicado en alguna ocasión. Después, las teclea en su ordenador. En los últimos días se pelea por redactar la escena en la que conoció al doble de Sinatra. Ha acabado tres páginas en cinco días. «Lo que yo escribo quiero que sea más que claro, transparente. Que sea tan perfecto y tan fluido que parezca fácil. Lo más difícil es que algo parezca fácil», dice.
–Quiero preguntarle algo sobre la prensa…
–Oh, no me saques eso, no me hagas hablar de la prensa…
–Como están las cosas con el discurso identitario… ¿podría trabajar en ‘The New York Times’ igual que al comienzo de su carrera?
–No me aguantarían ni cinco minutos. ¿Estás loco? No podría escribir ni una palabra. No me publicarían.
–¿Está equivocado usted? ¿Está equivocada la prensa convencional de hoy?
–Estoy tan desconectado de esta corrección política, tan desconectado de todo eso.
–Se ha metido en líos en los últimos años por decir algunas cosas…
–Sin duda, y en más me habría metido si hubiera tenido más oportunidades.
Una voz polémica
Mientras Talese sigue con sus zapatos ingleses de suela dura clavados en el mismo lugar, el periodismo se ha movido lejos. Cuenta que hace un año dijo en un programa que Trump era el hombre más famoso del mundo. «También lo fue Muhammad Ali, en los dos casos es verdad. No me volvieron a invitar».
Talese venía marcado por un par de incidentes anteriores. En la gala de la Biblioteca de Nueva York de 2017 le preguntaron por una reciente acusación de agresión sexual contra el actor Kevin Spacey. Respondió que los acusadores deberían «aguantarse de vez en cuando» por cosas que pasaron hace muchos años. Pero para entonces ya había muchas acusaciones
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