ABC (Andalucía)

Sobre el mal

Estamos ante la cúspide del machismo, de la soberbia, del egoísmo, de la brutalidad y de la estupidez

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

EL mal existe, ¡vaya si existe! Basta ojear un periódico para darse cuenta de que no sólo existe, sino que es universal, en todas las latitudes, sociedades y situacione­s. Incluso podría decirse que florece donde se cree que no existe, como esos ‘paraísos’ que proclaman los falsos profetas. Creer que no existe, como el buenismo, es tan falso como creer que todo es maligno, y más peligroso. Algunos han preguntado▶ «Cuando surgió el mal, ¿dónde estaba Dios?». La respuesta es sencilla▶ pues donde siempre, en todas partes. Más inteligent­e hubiera sido preguntar por qué el género humano es el único que reconoce el mal, mientras el resto de la naturaleza, orgánica e inorgánica, se rige por sus leyes, mientras a nosotros se nos dio la capacidad de violarlas, eso sí, bajo nuestra responsabi­lidad, que no tienen los otros seres. Con lo que llegamos a la gran incógnita▶ si el mal es un producto del hombre, en «esa larga marcha hacia la libertad» que según Hegel es su historia, ¿cuál es su sentido? ¿El hacernos ver lo que no debemos hacer? Imposible saberlo al escapar a nuestra mente.

Sentado esto, conviene señalar que hay todo tipo de males, que la Iglesia dividió en veniales y mortales, según su gravedad. Algunos de ellos, sin embargo, escapan a esa clasificac­ión al resultar inhumanos o, más exactament­e, antinatura­les. El que los padres maten a sus hijos cumple ambas condicione­s. Se da por sentado, y la realidad lo confirma, que los padres defienden a sus hijos, e incluso dan sus vidas por ellos. Pero de un tiempo a esta parte se dan casos de matarlos no por odio hacia ellos, sino para castigar a la madre que le ha abandonado, como en el caso de las dos niñas canarias. La ‘venganza vicaria’, le llaman. Estamos ante la cúspide del machismo, de la soberbia, del egoísmo, de la brutalidad y de la estupidez. No hay beneficio para nadie, el asesino incluido, pues el suicidio le convirtió en su juez y ni siquiera consiguió que la madre se pasara el resto de su vida pensando dónde estarían sus hijas. Suele darse en esta clase de individuos, aparenteme­nte seguros de sí mismos, pero en realidad frustrados, narcisista­s, pobres de contactos, que intentan disimular en deportes donde nunca destacan. Son también presa fácil para el odio, la venganza y el mal en general, que entra en ellos como una aguja y se extiende como una pandemia. Pero no son enfermos, sino individuos peligrosos.

Dados los casos que se han dado en España últimament­e, urge ponerles freno, ya que bondad y maldad suelen estar próximos. Desde luego, un individuo separado con probada tendencia a la violencia no debe tener libre acceso a sus hijos por una razón bien sencilla▶ no suele ser un buen padre.

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