Matar niños
Haremos mal si creemos que sólo hay violencia en uno de los sexos
No es difícil llegar a la conclusión de que es mucho más sencillo asesinar a un niño que a un adulto. Es cierto que el adulto, si lo pillas descuidado, tampoco presenta mayores dificultades, pero en caso de no acertar a la primera las personas mayores de edad suelen resistirse bastante a que las maten. El niño, en cambio, merced a su ausencia de recelos, grandes dosis de inocencia y escasez de fuerza física, resulta muy fácil de asesinar. De ahí el considerable desprecio que suscitan los infanticidas.
A raíz del horrible filicidio confirmado en Canarias, la frase tópica, «eso nunca lo hubiera hecho una madre», se ha exclamado en todas las autonomías, y si alguien hubiera confeccionado una encuesta el resultado habría sido aplastante, merced a la conclusión de que las mujeres apenas matan a niños, y que es una especialidad masculina. Dato muy equivocado, porque en cuanto a matar a los hijos propios, hombres y mujeres andan empatados, pero si añadimos los niños no descendientes, y a las madres sumamos abuelas, niñeras, cuidadoras, canguros y demás custodia femenina, el resultado es que, de cada diez niños asesinados, en casi siete la infanticida fue una mujer.
No son datos que me acabe de inventar. Los publicó, en ABC, Cruz Morcillo, en mayo de 2019, con datos del Ministerio de Interior.
Es cierto que entre los asesinados figuran bebés y recién nacidos, pero se supone que un bebé es un ser humano, y no nos referimos a un ornitorrinco o a un feto, sino a un ejemplar de la especie humana, a no ser que para alcanzar la categoría de ser humano sea necesario haber terminado la carrera de ingeniería o haber concluido el periodo escolar obligatorio.
La violencia familiar es una realidad terrible contra la que hay que luchar, pero lo haremos mal si creemos que sólo hay violencia en uno de los sexos, y sustituimos la presunción de inocencia por la presunción de culpabilidad, cuando el sospechoso sea macho y no hembra. Cualquier jurista recomienda no legislar al abrigo de emociones recientes, y cometeremos un disparate si, además, se oscurecen los datos reales, porque no sean del agrado de las feministas, rama sectaria.