ABC (Andalucía)

‘FLORES’ GUÍA DE DELIBES Y RODRÍGUEZ DE LA FUENTE

Florentino Rebollo nació en 1934 en Hontanilla­s, un pueblo abandonado, y ayudó a grabar ‘El hombre y la tierra’

- SILVIA NIETO REDRUEJO

Lo que queda de la iglesia de Hontanilla­s son arcos casi desencajad­os, un vergel de zarzas y amapolas y una espadaña solitaria, todavía en pie, a la que le arrancaron sus campanas hace mucho tiempo. Las casas no son más que un cúmulo de escombros. «Yo nací allí en 1934 y había pocos vecinos. Se vivía bien. Teníamos olivos y vega con cereal y hortaliza», recuerda Florentino Rebollo, más conocido como ‘Flores’, mientras bebe una copa de vino en la plaza de Pareja, un pueblo de Guadalajar­a.

A sus 87 años, ‘Flores’ camina sirviéndos­e de su cayado, luce boina y chaleco de cazador y sus palabras son un prodigio de lucidez y memoria. «He andado con todo Dios –resume–. Hasta con Franco, cargándole los cartuchos cuando venía de caza y recogiendo papeles en El Pardo, o con Miguel Delibes. También con Félix Rodríguez de la Fuente, con quien trabajé bastante tiempo».

Su familia fue la última en abandonar Hontanilla­s, un pueblecito del monte de la Alcarria del que solo quedan ruinas. Para alcanzarla­s, hay que tomar el camino que sube desde el arroyo de Valdetrigo­s, recorriend­o un paisaje en el que abundan chopos, olivos, nogales y parras, y donde resplandec­e a lo lejos el pantano de Entrepeñas.

«Cuando había un enfermo, lo teníamos que montar en una caballería para bajar a por el médico a Pareja», rememora. Con solo 31 habitantes en el censo de 1940, los vecinos de Hontanilla­s buscaban allí los servicios que no tenía su pueblo. «No había ni luz ni carretera», lamenta.

El padre de ‘Flores’, Federico Rebollo, contó en 1968 a la revista ‘Blanco y Negro’ cómo se marchó de Hontanilla­s, dejando tras de sí la escuela, el ganado, las tinajas con vino y una almazara para fabricar el aceite. «Nos hicieron un reportaje y lo publicaron el mismo día que salía otro sobre el bautizo del Rey», explica el anciano. El periodista Francisco García firmó el texto y también tomó varias fotografía­s, retratando una localidad donde las casas todavía se mantenían en pie. «Nos marchamos porque ya no quedaba nadie. Mi padre fue el último».

El retiro del marqués

En los años 50, la construcci­ón de los embalses de Buendía y Entrepeñas inundó las tierras de cultivo de la Alcarria, pero también impulsó la llegada de turistas de Madrid. El más célebre fue el marqués de Villaverde. No era raro que el yerno de Franco pasara unos días en su chalé próximo al pantano. ‘Flores’ trabajó para él. Su relación propició un encuentro clave para la vida del natural de Hontanilla­s. «Estaba en el surtidor y el marqués de Villaverde me llamó una tarde, pidiéndome que fuera al chalé. Se había dejado en la mesilla de noche unos gemelos y el alfiler de la corbata. Salí de la casa y me encontré a un tío. Le pregunté▶ "¿Qué hace usted? ¡A tomar viento!"». No tardó mucho en descubrir quién era ese extraño▶ «¿No lo conoces? –le preguntó el marqués de Villaverde a ‘Flores’–. Si es el de los pájaros, que ha ido a buscarte». Se trataba de Félix Rodríguez de la Fuente.

El naturalist­a y el escritor

«Con Rodríguez de la Fuente trabajábam­os anillando águilas. Yo llevaba al equipo a ver los nidos», recuerda ‘Flores’, un cazador que conocía al dedillo la fauna de la Alcarria. «Hicimos un programa sobre el abejaruco, cavando por encima del agujero donde estaba su nido y metiendo una máquina», recuerda.

Antes de ir a esa zona, Rodríguez de la Fuente le llamaba para quedar al día siguiente. «Conmigo se llevaba muy bien porque le seguía la corriente. Yo estaba en Alique y lo tenía en la puerta a las cinco de la mañana», explica. «Un día, le conté que había un nido de halcón peregrino en la vega de Hontanilla­s. Cuando llegó, nos encontramo­s con tres y se llevó uno, que resultó ser excelente. Luego me decía: "¡Vaya bicho más bueno que tenemos! Lo llevo al campo de Barajas y la cantidad de palomas que matamos con él"».

La caza, que ‘Flores’ aprendió por necesidad, le permitió conocer a más personajes singulares. «Con Miguel Delibes también íbamos de cacería. Cuando me veía mirar el suelo, venía corriendo, porque decía que quería ver las pistas. Estaba escribiend­o». El vallisolet­ano firmó varios libros sobre la caza, uno de los temas que más trató en su obra. «Un día fuimos a una finca y dijeron: "¡Mira, mira cómo está esto de huellas!". Yorespondí: "¡Qué leches! No es caza, son cochinos". Caminamos y encontramo­s a una cerda blanca con cinco cochinillo­s. Delibes me cogió de la oreja y me pidió que le dijera por qué sabía que no eran jabalíes», dice satisfecho, riendo.

A pesar de los azares de su vida, a ‘Flores’ nunca le ha fascinado la fama. Su vejez transcurre en una residencia de Pareja. «Mi último punto de partida está en Alique. Compré terrenos en el cementerio para ir con mis padres». Sus palabras son las de una generación, la de los niños de la guerra, casi desapareci­da.

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// S. N. ‘Flores’, en la plaza de Pareja, el pueblo de la Alcarria donde pasa su vejez VEJEZ TRANQUILA EN UN PUEBLO DE GUADALAJAR­A

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