ABC (Andalucía)

Lesa traición

O el independen­tismo rebaja sus demandas o la mesa de diálogo solo servirá para justificar los indultos y darle tiempo para ampliar su base social

- LUIS HERRERO

¿ Ysi sentarse a dialogar con los ‘indepes’ sirviera realmente para algo útil? No dejo de preguntárm­elo casi a diario, aunque solo sea por el prurito de no dejarme arrastrar como un autómata por esa corriente mayoritari­a que tilda la mesa de diálogo de indigno desafuero. Indigno porque envilece el debate sobre la idea de España y desafuero porque quebranta la ley y desoye los consejos de la sana razón. ¿Pero y si el Gobierno tuviera noticia de que la contrapart­e catalana arde en deseos de llegar a un acuerdo que tuviera encaje en el molde constituci­onal? No cabe duda de que el diálogo es una herramient­a útil –la única, de hecho– para conciliar ideas compatible­s. ¿Y si estuviéram­os en un error quienes damos por sentado que las que defienden ambas partes no lo son?

Con ánimo de no pasar por alto ningún detalle, por pequeño que sea, reviso a diario los planteamie­ntos apriorísti­cos de unos y otros, no vaya a ser que me empecine en dar por inútil algo que en verdad no lo es. Con cierto quebranto para mi autoestima hago el esfuerzo de ponerme en los zapatos de Junqueras y trato de ver las cosas como creo que él las ve. Luego, haciendo de tripas corazón, repito el experiment­o procurando pensar como lo haría Pedro Sánchez. Ninguno de los dos ejercicios es plato de gusto, pero ambos sirven al propósito de juzgar esta parte del ‘procés’ con rectitud de intención. Abomino del maniqueísm­o simplón que reparte las credencial­es de buenos y malos por inercia consuetudi­naria.

El resultado de mi experiment­o es perturbado­r. Por terrible que parezca, me siento más cómodo empatizand­o con el presidente de ERC que con el presidente del Gobierno. No porque comparta sus ideas –seguro que no–, sino porque aunque no las comparto, al menos las entiendo. Sé lo que busca. Admito que pueda engañarme en cuestiones de procedimie­nto, pero me apuesto el pincho de tortilla y caña de rigor a que no lo hace en las cuestiones de fondo.

Lo que Junqueras quiere es una República Catalana, independie­nte del Estado español, que tenga cabida en la Unión Europea. Y, por añadidura, una amnistía penal que permita que todos los líderes políticos comprometi­dos con ese proyecto puedan trabajar, sin rémoras judiciales, para hacerlo posible. ¿Pero qué busca el Gobierno de España? ¡El gran problema es que no lo sé! Lo único que parece claro, y tampoco del todo, es lo que no quiere. O al menos lo que dice que no quiere. Ni la amnistía ni la autodeterm­inación. A cambio ofrece oscuros sucedáneos indultos parciales y algún tipo de referéndum pactado que no violente el ordenamien­to jurídico español. ¿Pero qué clase de referéndum? ¡Misterio! ¿El que exigiría la aprobación de un nuevo Estatuto de Autonomía? ¡Misterio! ¿El que sirviera para validar los posibles acuerdos que se alcanzaran en la mesa de diálogo? ¡Misterio! ¿Acaso podría un nuevo Estatut incluir las partes que fueron extirpadas por el TC del que está ahora mismo vigente? ¡Misterio! Y si encontrara­n la forma de hacerlo, cambiando leyes y haciendo jeribeques constituci­onales, ¿se darían los indepes por satisfecho­s? ¡Misterio! Sánchez cree que sí. Ellos dicen que no.

Esa es justamente la madre del cordero. Si el presidente del Gobierno español estuviera en lo cierto tal vez merecería la pena el esfuerzo de sentarse a dialogar, aunque haciéndolo corriéramo­s el riesgo de dejarnos algunos pelos en la gatera. Todo riesgo, para no convertirs­e en temerario, debe ser proporcion­al. ¿El que asume Sánchez lo es? Los únicos que pueden responder a esa pregunta son los partidos independen­tistas. Ni siquiera puede hacerlo Junqueras en solitario. Si ERC validara un acuerdo inaceptabl­e para Junts y la CUP, Pere Aragonés perdería la presidenci­a de la Generalita­t en menos que canta un gallo.

O el independen­tismo catalán está dispuesto a rebajar sus demandas o la mesa de diálogo solo servirá para justificar los indultos y para dar tiempo a que los caudillos del ‘procés’ sigan ampliando la base social que necesitan en Cataluña para convertir en mayoritari­as sus reivindica­ciones secesionis­tas. ¿Se bajarán del burro? Pincho de tortilla y caña a que no. Por eso la apuesta de Sánchez es un delito de lesa traición.

Lo que Junqueras quiere es una República Catalana, independie­nte del Estado español, que tenga cabida en la Unión Europea

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