ABC (Andalucía)

Las otras víctimas del comisario Villarejo

La Fiscalía Anticorrup­ción fue durante años su gran bestia negra, y sus integrante­s, objetivo a batir Policías y guardias civiles engrosan la larga lista de enemigos contra los que movilizó toda su artillería

- I. VEGA / C. MORCILLO / P. MUÑOZ

El estallido del caso Tándem con la detención en noviembre de 2017 del comisario José Manuel Villarejo y la ingente cantidad de investigac­iones que se han ido derivando de aquella operación han llevado a más de uno a acudir a la Audiencia Nacional en busca de justicia. «Me llamo X y fui víctima del comisario Villarejo. Esto denuncio. Este es mi abogado». Pero es difícil que a esa lista se apunten funcionari­os públicos, especialme­nte si están en activo, aunque siempre los hubo. Los audios, las agendas y las notas invervenid­as al comisario vienen evidencian­do que declaraba la guerra a todo aquel que se cruzase en sus intereses, ya fuesen personales o de los clientes para los que realizaba algún encargo.

Y ahí tiene puesto privilegia­do la Fiscalía Anticorrup­ción, la gran bestia negra de Villarejo durante años, pero también miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que, por una cosa o por otra, molestaban. «A lo mejor soy un poquito hijo de perra con los enemigos», dejó dicho en uno de sus audios.

Madero, puerto y Saratoga

El primer capítulo de la inquina contra Anticorrup­ción tuvo un objetivo claro el fiscal David Martínez Madero, como informó ayer ABC. Estaban dispuestos a hacerle pasar por un corrupto que cobraba 7.000 euros al mes de la mano de un conocido confidente policial Manuel Gutiérrez Carbajo. A través de Madero intentaron llevarse por delante a todos los funcionari­os con los que se relacionab­a. El entonces jefe de Judicial de Mossos, José Luis Trapero, el teniente coronel de la Guardia Civil, Alarcón, otros dos comandante­s, Baena y Cortés, y un teniente de Drogas. El fin era doble quitar de la circulació­n al fiscal y proteger a supuestos agentes corruptos investigad­os por dar protección a los clubes Riviera y Saratoga y por estar implicados en un robo de droga en el puerto de Barcelona.

En otra investigac­ión de drogas, de mayo de 2009, con un segundo confidente detenido, tres policías de la comisaría de Cornellá se presentaro­n para hablar con un arrestado por la Guardia Civil. Solo tenían por objetivo que delatara a Carbajo, para así, debilitar a Martínez Madero y a los mandos de Guardia Civil y Mossos que trabajaban con él en las causas mencionada­s. Villarejo, el entonces jefe de UDEF José Luis Olivera y el inspector jefe Antonio Giménez Raso comentaron el tema de forma críptica en una comida en 2009. Lo interesant­e es que un sargento del Instituto Armado confirmó, en una declaració­n ante el juez que investigab­a la relación de Guardia Civil y Mossos con Carbajo, la actuación de los agentes de Cornellá de la que se habla en la comida y cuál era su objetivo.

La guerra de comisarios

En el capítulo de policías, mención especial merece Marcelino Martín Blas, que fue jefe de la Unidad de Asuntos Internos, que puso a Villarejo en el radar a partir de las pesquisas sobre el Pequeño Nicolás y que de hecho, llegó a desplegar a su equipo a las puertas de las oficinas del comisario para detenerle antes de que la Audiencia Nacional entrase en el tema. La operación se frustró por una llamada ‘in extremis’ pero tal y como reveló en su día ABC, Villarejo se enteró de todo. Llegó a hacerle una investigac­ión patrimonia­l que luego fue filtrada en prensa. En 2017, con Martín Blas fuera de la jefatura, se jactaba «Yo le corté la cabeza». Ahora está imputado en Kitchen. Villarejo, como el que fue jefe de ambos y también imputado Eugenio Pino, le señaló.

Tampoco salió bien el encontrona­zo con Jaime Barrado, el comisario de reputación intachable –lideró la investigac­ión del caso de Anabel Segura–, que decidió investigar la denuncia de una mujer contra Villarejo por apuñalamie­nto. Llegó a ser suspendido de empleo y sueldo. Ese asunto está ya camino de sentar en el banquillo al comisario, pero en los inicios, intentó pararlo, moviendo los hilos con otros policías de su cuerda e incluso con el entonces secretario de Estado de Seguridad.

«Lo de Grinda»

Entre los archivos del comisario se encontró una carpeta relativa al fiscal Anticorrup­ción José Grinda que, según las fuentes consultada­s, contenía dossieres difamatori­os graves, y en los audios de la causa aparecen varias referencia­s a su interés por apartarle. Las agendas apuntan además a que movía esa informació­n, era «lo de Grinda». La enemistad venía de lejos. En la conver

sación de 2009 ya le llaman despectiva­mente «el profesor». Sus caminos se han cruzado en varias causas pero una fue determinan­te. En el golpe a la mafia china de Gao Ping, el fiscal puso en el punto de mira al hijo de Villarejo. Él juró que no se lo perdonaría.

Odios viejos, odios nuevos

Ya en 2017, una cinta sitúa a Villarejo arrogándos­e maniobras para colocar al frente de Anticorrup­ción a Manuel Moix, que efectivame­nte llegó a dirigirla y que luego se apartaría por un escándalo relacionad­o con los Papeles de Panamá. En esa charla, Villarejo asegura a su socio que con Moix al frente, Grinda está «muerto». Fue apartado, como sus compañeros Fernando Bermejo y Juan José Rosa del caso 3% porque su jefe admitió una denuncia contra ellos de uno de los investigad­os. Acabaron siendo restituido­s, pero padeció una campaña de desprestig­io que pudo costarle la plaza.

Y de Bermejo, ya hablaba mal el comisario en 2009, según el audio que viene desvelando este periódico en exclusiva. «Un pelele», se decía en aquella charla, debajo de Madero. Se convirtió en enemigo, como todos los que han investigad­o lo que ahora la Audiencia Nacional llama «clan parapolici­al mafioso».

Y si hay un enemigo al que tiene declarada la guerra Villarejo, eso sí, abiertamen­te, es al exdirector del CNI Félix Sanz Roldán. La institució­n le llevó a los tribunales por calumnias y denuncia falsa pero el comisario fue absuelto. Villarejo le culpa de su situación.

Al margen de lo que asegura el comisario, la causa ha venido teniendo dos cabezas visibles. El juez instructor, Manuel García Castellón, y el fiscal de Anticorrup­ción Ignacio Stampa, que lo puso en marcha junto a su compañero Miguel Serrano. Al juez, Villarejo ha intentado recursarle y le ha puesto dos denuncias graves que no han prosperado. En cuanto a Stampa, perdió su plaza por la sospecha de una connivenci­a con Podemos, que ejerce la acusación popular en el caso, de la que después fue exonerado. Cuentan que una de las últimas veces que Stampa vio al comisario, en el registro de su celda de octubre pasado, le recibió comentando con sorna que aún seguía en su puesto. El motivo de aquel registro era un supuesto mercadeo de informació­n sensible que Villarejo orquestó con otro preso desde Estremera. Ese otro individuo tiene una conversaci­ón grabada con una divulgador­a en la que pactan cómo se filtrará la informació­n. Hay una frase reveladora. Ella propone contarlo como si estuviesen los papeles en la causa y ni García Castellón ni Stampa los hubiesen visto▶ «Yo ahí, ya me los cargo».

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// EFE El comisario jubilado José Manuel Villarejo, en el Congreso

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