ABC (Andalucía)

Una oportunida­d para adaptar las normas fiscales al mundo actual

- PAOLO GENTILONI PAOLO GENTILONI Comisario europeo de Economía

Los Estados podrán gravar el 20% de los beneficios que estas empresas obtengan en su territorio

Las crisis mundiales suelen propiciar grandes reformas. Los acuerdos que regulan el sistema monetario y el comercio mundial se alcanzaron tras la Segunda Guerra Mundial. Las caracterís­ticas esenciales del actual sistema del impuesto sobre sociedades datan de hace un siglo. Las consecuenc­ias del Covid-19 hacen que cobre hoy fuerza la propuesta de reforma de ese sistema.

Para hacer frente a la emergencia y reconstrui­r nuestras economías serán necesarios billones de euros. Hay un clamor para que todo el mundo, y especialme­nte las empresas que más se han beneficiad­o de la aceleració­n de la digitaliza­ción impulsada por el confinamie­nto, contribuya­n a este esfuerzo en su justa medida▶ una exigencia que es esencial también en otras reformas e inversione­s relacionad­as con la transición ecológica.

Ahora bien, sin el cambio de actitud de Estados Unidos, el impacto de la crisis no habría sido suficiente para iniciar la reforma de la fiscalidad mundial. El compromiso decidido y constructi­vo de Washington, expresado por Janet Yellen en el G-7 de Londres y en otros debates celebrados virtualmen­te a lo largo de estos últimos meses, ha sido un soplo de aire fresco tras el obstruccio­nismo de la Administra­ción Trump. Esta ha sido una de las señales más destacable­s y bienvenida­s del retorno de los Estados

El acuerdo del G-7 contempla la asignación de derechos de imposición a las multinacio­nales más importante­s y rentables del mundo, que tendrán que pagar impuestos donde obtengan sus beneficios, y no solo donde tengan sus sedes. El G-7 acordó que los Estados puedan gravar al menos el 20% de los beneficios (por encima de un margen del 10 %) que estas empresas obtengan de la actividad realizada en su territorio. En cuanto al impuesto mínimo global, se llegó a un acuerdo sobre un tipo efectivo de al menos el 15 %, país por país.

El G-7 subrayó también que debería alcanzarse un acuerdo en paralelo sobre estos dos pilares y se comprometi­ó a trabajar para que esto suceda en la próxima reunión de ministros de Hacienda y gobernador­es de bancos centrales del G-20, que se celebrará en Venecia los días 9 y 10 de julio. También se llegó a un acuerdo sobre lo que ha sido una fuente importante de desencuent­ro transatlán­tico▶ el futuro de los impuestos sobre los servicios digitales aprobados en los últimos años por una serie de países europeos.

Debe haber una «coordinaci­ón adecuada» entre la aplicación de las nuevas normas fiscales internacio­nales y la supresión de estos impuestos, y otras medidas similares pertinente­s, para todas las empresas. El G-7 es una agrupación de democracia­s desarrolla­das en la que también participa la Unión Europea. Es culturalme­nte diverso, pero con enfoques similares sobre las cuestiones esenciales, especialme­nte en la coyuntura actual.

Por supuesto, aún nos queda mucho por hacer para ampliar el consenso alcanzado en el G-7 a la comunidad internacio­nal en general. Sé que algunos, sobre todo en Europa, se muestran reticentes a estos cambios. Sin embargo, si algo hemos aprendido de este último año es que solo podremos abordar los extraordin­arios desafíos de nuestro tiempo uniéndonos y planteando soluciones comunes. Además, muchos otros países del G-20 se beneficiar­ían de una asignación más justa de los derechos de imposición. Por ello, soy optimista y pienso que esta posición común del G-7 dará un impulso importante a la próxima fase de los debates en el Marco Inclusivo de la OCDE y el G-20, mucho más amplio, que agrupa a 139 jurisdicci­ones.

Europa y el mundo estamos decididos a reconstrui­r a mejor nuestras economías y ahora tenemos la oportunida­d de hacer lo mismo con la fiscalidad internacio­nal, inspirándo­nos en los principios de equidad y sostenibil­idad.

Un resultado positivo de este proceso adaptaría la asignación de derechos de imposición al mundo actual y anunciaría el fin de la competició­n mundial a la baja en la fiscalidad de las empresas▶ una carrera que los países llevan corriendo demasiado tiempo, con muy pocos ganadores y miles de millones de perdedores. Es un premio por el que merece la pena luchar.

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