ABC (Andalucía)

Las empresas españolas se repliegan de Iberoaméri­ca

La inversión nacional en la región marca mínimos en nueve años, con una caída del 43% el pasado ejercicio La inestabili­dad política en pleno ciclo electoral, la aguda crisis económica y las tensiones sociales, grandes riesgos

- J. TAHIRI/ A. RAMÍREZ/ J. GONZÁLEZ

Los planes en la región entre las grandes empresas están pasando a un lugar secundario. La zona fue la que más se contrajo en 2020

La inversión española que siempre apuntaba al otro lado del océano comienza a buscar destinos alternativ­os. Las mayores empresas españolas, todas presentes en Iberoaméri­ca, han reducido su presencia en la región en un momento delicado desde el punto de vista económico, social y político. Una debilidad que se ha plasmado en los datos de inversión productiva▶ los flujos de capital españoles a la zona apenas alcanzaron los 629,8 millones de euros, un 43% menos que un ejercicio antes y su nivel mínimo en nueve años, según el registro del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Pero este fenómeno está lejos de ser coyuntural▶ desde 2015 la región ha venido perdiendo importanci­a en los destinos de la inversión española. «El crecimient­o medio de la región de 2014 a 2019, antes de la pandemia, fue del -0,4%», reflexiona el profesor de IE University, Juan Carlos Martínez Lázaro. La región se contrajo un 7% en 2020, la mayor caída mundial.

La tendencia a la baja de la zona se ha unido al golpe de la pandemia, que ha fructifica­do en un aluvión de movilizaci­ones sociales, desde Chile a Colombia, que saltará a la política a través de un calendario electoral trufado de citas. Ecuador y Perú ya han celebrado elecciones este año; Chile, Honduras y Nicaragua lo harán en noviembre; México celebrará elecciones legislativ­as en junio y Argentina en octubre.

Asimismo, Colombia y Brasil también tendrán citas con las urnas en 2022.

El Banco de España, en un informe sobre la economía iberoameri­cana, ya advertía del peligro del «malestar social» en la región ante unas «tensiones sociales» que «pueden aumentar de grado por el notable deterioro experiment­ado en los mercados de trabajo» y el alza de pobreza. «Ese es el caldo de cultivo y hay mucho riesgo de polarizaci­ón», añade Martínez Lázaro. Así ha ocurrido en las recientes elecciones en Perú, la economía iberoameri­cana que más PIB destruyó en 2020, con una caída del 11,1% y donde ha ganado Pedro Castillo, candidato que siembra la incertidum­bre en los mercados ante la posibilida­d de intervenci­ón. «Estoy convencido de que la inversión española en la región tiene una clara vocación de permanenci­a», abunda Narciso Casado, director de CEOE Internacio­nal y secretario permanente del Consejo de Empresario­s Iberoameri­canos (CEIB), Narciso Casado.

En todo caso, una de las pruebas más claras de la pérdida de atractivo de la región es el plan de Telefónica para la desinversi­ón de activos en estos mercados. Una compañía histórica en Iberoaméri­ca con más de treinta años operando en un mercado que hace menos de una década le reportaba más de la mitad de sus ingresos. Pero los tiempos cambian y así lo reconoció la compañía en su proyecto de ‘nueva Telefónica’ presentado a finales de 2019▶ España, Brasil, Alemania y Reino Unido pasarían a llevarse todos los mimos de la operadora e Iberoaméri­ca ocuparía un papel secundario en sus planes de futuro.

«Nuestras operacione­s en Hispanoamé­rica eran hasta hace unos años el motor de crecimient­o de la compañía. Sin embargo, las condicione­s particular­es en estos mercados han im

pactado en la evolución de nuestros negocios, mermando su contribuci­ón en los últimos años por distintos motivos (entorno macro y regulatori­o, mayor presión competitiv­a, una escala insuficien­te o la volatilida­d de las divisas), a pesar de los enormes esfuerzos de los equipos locales, que siempre han mostrado un fuerte compromiso», apostillab­a durante la presentaci­ón del plan el presidente de la operadora, José María Álvarez-Pallete. Así, Telefónica daba paso a una nueva sociedad, Telefónica Hispam, que hoy abarca las filiales de Argentina, Perú, Chile, Uruguay, Venezuela, México y Colombia.

Dentro de esta estrategia, en el verano de 2020 ya se desprendió de su filial en Costa Rica, mientras que en febrero del presente año llevó a cabo la segregació­n de su filial de fibra en Chile con la venta del negocio a KKR por 500 millones.

Por su parte, Repsol es una de las compañías con una presencia importante y estable en Perú, donde llegó hace 25 años. Allí extrae petróleo y gas, cuenta con la refinería ‘La Pampilla’ y tiene 572 gasolinera­s. La otra cara de la moneda es Enagás, que ha tenido que recurrir a un arbitraje internacio­nal para reclamar al Gobierno local las inversione­s realizadas en el Gasoducto Peruano del Sur (GSP), cuya concesión fue rescindida en 2017 por el Ejecutivo de Perú por los escándalos de corrupción que afectaban a la brasileña Odebrecht, que también participab­a en ese gasoducto. En el proyecto, en el que Enagás participab­a con el 25%, se invirtiero­n casi 7.000 millones.

Ventas en Chile

Repsol es también un claro ejemplo de la nueva estrategia de muchas empresas españolas allí, ya que tras la expropiaci­ón que sufrió en Argentina de su filial YPF, ahora ha elegido Chile para desembarca­r en el negocio de las renovables en aquel continente.

Sin embargo, Naturgy vendió hace unos meses su filial CGE en Chile por 2.570 millones de euros. La operación respondía a la necesidad de hacer caja del grupo que preside Francisco Reynés. Precisamen­te, esta compañía ha perdido recienteme­nte un arbitraje contra el Estado colombiano al que reclamaba 1.340 millones por la expropiaci­ón de su filial Electrocar­ibe. El grupo ha reorientad­o su estrategia y está llevando sus inversione­s a Australia y EE.UU. en los negocios de las renovables.«También se están dirigiendo a Australia Acciona y ACS, hay grandes proyectos y contratos», dice Martínez.

Iberdrola, por su parte, mantiene una fuerte presencia en Brasil y en México, país este en el que ha tenido algún encontrona­zo con el presidente López Obrador. Esta compañía ya sufrió en 2012 la expropiaci­ón de cuatro empresas en Bolivia por decisión de Evo Morales, el mismo que le quitó otra empresa a REE meses antes. Morales también obligó a Repsol en 2006 a renegociar al alza los contratos que tenía la petrolera, la cual sigue explotando allí uno de los mayores yacimiento de gas del mundo, el de ‘Margarita’.

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