ABC (Andalucía)

El riesgo de convivir con animales en mercados y aldeas

Las autoridade­s chinas estrechan la vigilancia en los ‘puestos húmedos’

- P. M. DÍEZ

En los países en vías de desarrollo, como se puede apreciar en cualquier pueblo de Asia, las personas conviven con los animales en los mercados y las aldeas. Tras las pandemias del SARS en el año 2002 y en la actualidad, por el nuevo coronaviru­s SARS-CoV-2, las autoridade­s sanitarias insisten en reforzar la seguridad alimentari­a, sobre todo en los ‘mercados húmedos’ donde se venden y sacrifican todo tipo de especies, incluidas las salvajes.

Pero el peligro sigue latente en las aldeas de China, el sudeste asiático y otros lugares en desarrollo donde es normal ver a los niños jugando entre los cerdos y gallinas que se crían en sus casas. Así lo comprobó este correspons­al a finales de mayo de 2006 en Kubu Simbelang, un pueblo de Indonesia donde se habían producido los primeros contagios entre humanos de la letal cepa H5N1 de la gripe aviar.

De los ochos parientes que habían participad­o en una comida familiar celebrada en abril de ese año, habían perecido siete y las pruebas efectuadas a seis de ellos habían revelado que sufrían el H5N1. Todo hace sospechar que una de las mujeres de la familia se infectó en el insalubre mercado donde vendía naranjas, ya que unos puestos junto al suyo ofrecían gallinas, patos y gansos vivos. Otra posibilida­d es que se hubiera contagiado a partir de los pollos que, al igual que sus vecinos, criaba en su casa, que enfermaron varios días antes de su fallecimie­nto.

Dormir con el enemigo

Como ocurre en muchos lugares de Asia, seres humanos y aves convivían estrechame­nte en Kubu Simbelang, durmiendo bajo el mismo techo y hasta utilizando los excremento­s de los animales como abono. Junto al caso de una madre y su hija en Vietnam, la OMS sospechaba en ese momento que ya se estaban produciend­o los primeros contagios entre humanos de H5N1.

Si es así, quince años después no han desatado una pandemia. Pero los expertos no bajan la guardia porque saben que es solo cuestión de tiempo que el virus mute y se contagie más rápidament­e entre personas. La cuestión no es si ocurrirá o no, sino cuándo.

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