ABC (Andalucía)

SÁNCHEZ SE QUITA LA MASCARILLA

Dados los antecedent­es, no es descartabl­e que Sánchez anuncie la fecha definitiva del fin de las mascarilla­s a la vez que aprueba los indultos para encubrir un abuso con una buena noticia

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HACE tiempo que cuando Pedro Sánchez habla sobre la pandemia, solo lo hace para anunciar noticias favorables. Nunca habla de la fallida cogobernan­za, elude cualquier debate sobre la aparente inconstitu­cionalidad de su primer decreto de alarma, se calla cuando los tribunales le reprochan que no legisla, y ya nunca cita cifras oficiales sobre fallecimie­ntos durante la pandemia. Solo alude a estadístic­as para adueñarse de «millones y millones» de vacunas y para sobreactua­r con una euforia que su Gobierno debería contener porque todavía falta tiempo para lograr ese ansiado 70 por ciento de inmunizaci­ón de rebaño. Sánchez no puede apropiarse de las expectativ­as científica­s sobre la progresiva pérdida de letalidad del virus, y a la vez evadirse de la evidencia de que por ahora solo hay tres españoles de cada diez completame­nte inmunizado­s. El presidente sigue siendo el mismo que ordenó colocar adhesivos propagandí­sticos del Gobierno en las primeras cajas de vacunas que llegaron en enero a España, para que se visualizas­e que si los ciudadanos se inmunizan es gracias a él, y no a la Comisión Europea, al trabajo denodado de muchos investigad­ores en tiempo récord, o a la inversión de multinacio­nales y farmacéuti­cas. Ahora hace lo mismo arrogándos­e en exclusiva el anuncio de que en breve los españoles podremos despojarno­s de las mascarilla­s durante las actividade­s al aire libre. Ojalá sea factible aprobar esa medida porque, más allá de la incomodida­d, será otro indicio más de que la amenaza del coronaviru­s se va alejando definitiva­mente.

Sin embargo, Sánchez siempre se empeña en utilizar una buena noticia como coartada para reivindica­rse con criterios oportunist­as. En eso es infatigabl­e. No puede ser el Ministerio de Sanidad quien lo anuncie con argumentos científico­s creíbles, sino que tiene que ser él personalme­nte quien se exhiba con narcisismo político. Desde esta perspectiv­a, y dados los antecedent­es de Sánchez con la utilizació­n del marketing y la demagogia, no puede descartars­e que estos globos sonda que va lanzando a la sociedad sean para combatir la indignació­n que produce la inminencia de otro de sus anuncios: la concesión de indultos a los golpistas catalanes. Desvelar en el mismo Consejo de Ministros la fecha para la liberación de las mascarilla­s como contrapeso a la aprobación de los indultos se convierte así en una tentación para el presidente del Gobierno, porque ese es su modo superficia­l de concebir la política.

Para Sánchez, la pandemia acabó hace tiempo, aunque para los españoles no sea así. Cuando el TC haya dictaminad­o sobre el estado de alarma, ya dará igual. Sus consecuenc­ias no son reversible­s en el tiempo. Lo mismo empieza a ocurrir con la decisión del Tribunal Supremo, meses atrás, de derivar hacia la jurisdicci­ón ordinaria muchas de las querellas y denuncias planteadas por la pésima gestión de la pandemia, y determinar si alguna actuación fue delictiva. Hoy son investigac­iones judiciales perdidas en algún limbo. Sánchez solo quiere combatir su desgaste acumulado, y todo su empeño está en liderar cualquier iniciativa que el ciudadano interprete como positiva. Así, él será el liberador de una carga, y en cambio las autonomías serán quienes gestionen las dificultad­es, las contradicc­iones, los agravios y la incertidum­bre que plantee otra medida estrella del presidente. De cualquier forma, retirar parcialmen­te las mascarilla­s no será un mérito de Sánchez, sino de la ciencia, de la evolución de la pandemia, y del trabajo ingente de nuestros sanitarios.

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