ABC (Andalucía)

Simón y los viejos

De la barbarie huye el anciano de Yeats. Hacia Bizancio. De la barbarie de esta gente quisiéramo­s huir. Mas no hay Bizancio

- GABRIEL ALBIAC

AL anciano que navega hacia Bizancio, en el poema de W. B. Yeats, no lo guía esperanza alguna de retorno. Y la eternidad a la que aspira es sólo estética: bello «artificio», escribe el poeta, gracias a cuya intensidad, los cantos de la leyenda bizantina pondrán el punto de cruce de pasado y futuro, trocándolo­s en místico presente continuo: «Lo que pasó, está pasando o pasará». Por esa constancia huye de su tierra el anciano de Yeats: «No es país para viejos». Para ellos, sólo la poesía está dotada de la virtud de recobrar «los monumentos del propio esplendor pasado». Bizancio, llama a eso el poeta: donde hallar a los que «deban ser cantores de mi alma».

Desde la radio me llega la voz de Fernando Simón. Que, además de licenciado, es portavoz epidémico del Gobierno en un país que se dice europeo. Me quedo atónito. Quiero pensar, al principio, que es una broma: un imitador brillante. Pero sé que no. Y me basta una búsqueda en Google para ratificar eso peor que suponía: es él. Y lo más aterrador no es –con serlo– lo que dice. Es la plácida beatitud con que lo dice. La unción, casi episcopal, con que reviste el acento de sus palabras. Su amable condescend­encia. Matemos a los viejos. Por el bien común.

Simón literal: «Me perdonarán las personas mayores, porque es duro decirlo, pero no es lo mismo que fallezca una persona de 95 años o que fallezca una de 20». Vale, se lo perdono. O mejor, mire, caballero, tenga usted la bondad de irse a hacer puñetas. Con todas sus episcopale­s salmodias de ocurrente funcionari­o bien pagado. Si lo que quiere usted es dar razón del horror de ser viejo, tómese, por lo menos, la molestia de acercarse hasta una biblioteca –le juro que no hace daño– y dígalo con las litúrgicas palabras de William Butler Yeats: «Cosa mísera es un viejo, / raído gabán encima de una estaca, a no ser / que su alma dé palmas y cante». Pero no, un año y medio después de iniciada esta pandemia, todos sabemos que, de los viejos, este Gobierno no parece aguardar sino una extinción rápida. Nada de palmas, de cantos, de consuelo estético.

De la barbarie huye el anciano de Yeats. Hacia Bizancio. De la barbarie de esta gente quisiéramo­s huir. Mas no hay Bizancio para nosotros. Como mucho, el claustro de la biblioteca desde la cual saber que todo instante de vida –todo– es infinito. Sagrado, pues. Quien pone una interrogac­ión a eso blasfema. Contra lo humano.

Me viene al recuerdo un viejo ‘clochard’ que agoniza en la calle. París. La Policía lo recoge. Con asco, supongo. Días después, sabrán que esa cochambre sin memoria de su propio nombre se llama Cioran y que ha sido el más grande de los pensadores de su siglo en lengua francesa. Muere. Y a los como Simón, les habrá traído al fresco. De nuevo Yeats: «Atado al animal moribundo / que ignora su ser, recogedme / en el artificio de la eternidad».

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain