Un tirano ‘low cost’
Putin representa una nueva clase de amenaza: gravísimas agresiones a un mínimo coste
LAS armas nucleares, que EE.UU. y la Unión Soviética empezaron a desarrollar en los años 40 del siglo pasado, han terminado por resultar tan apocalípticas como peculiares. Pese a su multimillonario coste, están pensadas para no ser utilizadas en virtud de su capacidad disuasoria. Precisamente al tener clara su destrucción mutua asegurada, Moscú y Washington fueron capaces de construir toda clase de controles y entendimientos para lograr un equilibrio estratégico a lo largo de la Guerra Fría. Siempre con la idea compartida de que una guerra nuclear nunca debería iniciarse por la imposibilidad de ganar.
Tres décadas después de la caída del muro de Berlín, las armas nucleares empiezan a quedar relegadas a un segundo plano en comparación con otro tipo de armamento muchísimo más barato y cuyo empleo se ha convertido en algo cotidiano: las cada vez más sofisticadas armas cibernéticas. El resultado es un conflicto de baja intensidad que se libra a diario y en el que Rusia viene multiplicando su agresividad, desde la injerencia política hasta ataques contra infraestructuras básicas.
Esta forma de hacer la guerra sin declarar la guerra resulta especialmente conveniente para Putin, que en la cumbre de Ginebra ha insistido en que no tiene nada que ver con estos ataques. El anonimato del ciberespacio permite negar responsabilidades y perpetrar toda clase de agresiones a un mínimo coste. Operar la infame granja de ‘trolls’ de San Petersburgo no cuesta más de 20 millones de dólares al año con unos asimétricos retornos como nunca soñó Stalin. Para EE.UU., estas agresiones sin disuasión ni proporcionalidad empiezan a ser imposibles de ignorar. El Kremlin y sus ‘patrióticos hackers’ han conseguido bloquear la distribución de gasolina en la costa este, impedir la producción de un cuarto de la industria cárnica americana, interferir en el funcionamiento de centros hospitalarios, infiltrarse en toda clase de instituciones gubernamentales y hasta paralizar el tráfico de internet. Y aunque Washington no busque una confrontación con Rusia, tampoco va a poder seguir tolerando a un tirano ‘low cost’ pero prohibitivo.