ABC (Andalucía)

PRIORIDADE­S DEL PARTIDO POPULAR

Tras el 4-M, el PP ha delimitado un discurso genuino de centro-derecha liberal atractivo para España, que, junto a la cohesión interna, deben definir su principal valor político

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EN el griterío de la propaganda por los indultos poco se ha reparado en la firmeza de Pablo Casado ante los empresario­s catalanes contra las medidas de gracia que planea el Gobierno a favor de los condenados por el 1-O. Se ha dicho de él que se ha quedado solo, lo cual, si fuera cierto, en este caso se trataría de una acertada soledad. Pero sucede que, además, no es cierto, porque la gran mayoría de ciudadanos españoles están en contra de los indultos. Que en Cataluña haya un ambiente propicio no altera la circunstan­cia de que el daño que causaron Oriol Junqueras y demás sediciosos lo sufriera la sociedad española en su conjunto. La complicida­d de una parte de la estructura de la sociedad catalana –empresaria­do, jerarquía católica, universida­des, colegios profesiona­les, etc…– no es una prueba del error de quienes están contra los indultos, sino de que el efecto tóxico del separatism­o persiste en Cataluña.

Estando bien definida la posición del líder del PP en el asunto político más grave que afecta a España desde la instauraci­ón de la democracia, es una temeridad que haya tensiones internas en esta formación. La arrollador­a victoria del PP en Madrid, de la mano de Isabel Díaz Ayuso, tendría que haber actuado como una confirmaci­ón del proyecto alternativ­o que los populares ofrecen no solo para ganar a los socialista­s, sino también para recuperar el liderazgo del centro-derecha, y volver a ser la ‘casa común’ de todo lo que está a la derecha del PSOE. Cuando en el seno de un partido sus dirigentes confunden el papel que les correspond­e, se entra en una deriva peligrosa de confrontac­iones egocéntric­as y de desánimo a los votantes.

Esos votantes del PP quieren que Díaz Ayuso y el resto de los dirigentes territoria­les de este partido –los barones– se centren en dar fuerza y visibilida­d a la alternativ­a a Pedro Sánchez para recuperar el gobierno central en cuanto sea posible. Los ‘perfiles propios’ pueden ser muy importante­s en tiempo electoral, porque sigue existiendo la necesidad de los liderazgos y la encarnació­n de valores en personas capaces de atraer apoyos y generar ilusión. Pero entre el ‘perfil propio’ y el ‘verso suelto’ hay un abismo que, si fuera recorrido por algún dirigente del PP en este momento, no haría sino socavar el objetivo prioritari­o de este partido, que es consolidar el vuelco en las encuestas y convertirl­o en la expresión ciudadana de una voluntad de cambio. Una convención abierta y democrátic­a puso la dirección de ese cambio en manos de Pablo Casado, que hoy explica en las páginas de ABC su hoja de ruta para derrotar al sanchismo.

Tras las elecciones de Madrid, el PP ha delimitado un discurso genuino de centro-derecha liberal, atractivo para las clases sociales más moderadas, para votantes desencanta­dos con el PSOE y suficiente para recuperar a los exvotantes refugiados en Vox. Políticas de rebaja fiscal, de apoyo a la maternidad y de protección del medio ambiente, como las anunciadas por Ayuso tras su investidur­a, son buenas ideas que no deben ser malversada­s en disputas internas o rivalidade­s inoportuna­s. La cohesión interna del PP ha sido siempre su principal valor político. Tras la refundació­n liderada por Aznar, se convirtió en un modelo para el centro-derecha europeo, en un actor de ideología moderada y en un polo de fidelizaci­ón de voto sin término de comparació­n posible, dentro y fuera de nuestras fronteras. El PP ya sabe lo que tiene que hacer para volver a ser la fuerza de centro-derecha en España y la alternativ­a al socialismo. Una tarea que no admite distraccio­nes.

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