ABC (Andalucía)

Márquez gana en Alemania, por fin una alegría 581 días después

▶ El piloto gana en Sachsenrin­g 581 días después de su último triunfo, al fin una alegría después de tres operacione­s en su brazo que pusieron en riesgo su carrera

- SERGI FONT

Corrió la última vuelta con la visera ligerament­e empañada y un torbellino de imágenes golpeándol­e el cerebro. Trece curvas en las que, mientras se inclinaba con su Honda, esa que tantos problemas le ha estado dando esta temporada, rememoraba el infierno que ha vivido desde que el pasado 19 de julio sufriera una fatídica caída en Jerez y la rueda delantera de su moto le fracturara el brazo derecho. Un año en el que ha sufrido tres intervenci­ones quirúrgica­s, la última de ellas en diciembre pasado, tras once horas en el quirófano, y en el que ha visto peligrar su carrera deportiva. Marc Márquez puso fin a su calvario personal con una victoria tan deseada como inesperada en Sachsenrin­g. No podía ser en otro circuito. El catalán ya había sumado diez triunfos consecutiv­os en el circuito alemán (ocho en MotoGP) y ayer sumó el undécimo (el año pasado no pudo correr).

El batiburril­lo de sensacione­s que le embargaban le llevaban a emocionars­e, alegrarse, gritar, reír y llorar tras bajarse de la moto y abrazarse a su equipo, ese que ha vivido junto a él una tortura que ha durado mucho tiempo. Por eso las primeras palabras que pronunció fueron de agradecimi­ento, hacia los suyos y hacia los médicos que han recuperado la movilidad de su brazo. Rebasó la línea de meta con más de un segundo de ventaja sobre Oliveira después de haber realizado una carrera perfecta, sin errores y basada en una excelente salida desde la quinta posición. Le bastó un giro para ponerse en cabeza y marcar el ritmo. Marc empezaba a ser Márquez. Ya lo había avisado tras su caída en Montmeló, la tercera en cinco carreras. Y en Sachsenrin­g lo confirmó con un triunfo inapelable, como los de antes.

«Es uno de los momentos más importante­s y duros de mi carrera. Sabía que tenía una gran oportunida­d aunque no era fácil a nivel mental. Sabía que hoy era el día. Antes del fin de semana me dije que tenía que luchar por el podio. La victoria era una posibilida­d pequeña, pero si tenía alguna posibilida­d lo iba a intentar. Cuando empezaron a caer algunas gotas, empujé a tope y asumí riesgos. Es difícil mantener la concentrac­ión porque te van llegando los recuerdos de todo lo que he pasado este año», explicaba el 93, que hasta hace poco reconocía que era muy duro verse tan atrás en la parrilla y menguado físicament­e.

Márquez ya había ido dejando destellos este año (Le Mans, Mugello, Montmeló) a pesar de sus ceros, pero la victoria 83 de su carrera (57 en MotoGP) se resistía. Ésta llegó 581 días después de su último triunfo (Valencia, 17 de noviembre de 2019) y lo logró sin partir desde la pole, lo que le confiere un mérito extra. El box de Honda era consciente de que el puesto más alto en el cajón trascendía los 25 puntos que se llevaba el de Cervera. Era una victoria moral, un premio a su constancia, tesón y afán de superación. De hecho, acabar la carrera y completar los 30 giros del circuito teutón ya era un éxito para el piloto, lejos de su mejor forma física. Por este motivo no sorprendía ver al impasible y flemático Alberto Puig animar desde el muro a su pupilo, desesperar­se cuando Oliveira le iba recortando tiempo en las últimas vueltas o quedarse sin palabras tras el triunfo final. La gesta de Márquez y su vía crucis personal se entendía a través de las lágrimas de su padre Julià, que se fundía en un abrazo con su manager (Emilio Alzamora) entre lágrimas, y de su ingeniero (Santi Hernández), quien se desmoronó ante las cámaras de televisión▶ «Solo él sabe lo mucho que hemos sufrido todos, lo mal que lo hemos pasado. Esperemos que sea el reinicio de otra gran época».

«Lo necesitaba porque, para mí, competir es luchar por algo. Luchar

por victorias y podios es lo que quiero en un futuro. No estoy listo ahora para hacerlo, pero lo he podido hacer. El jueves avisé de que sería el primer circuito en el que no notaría tanto las limitacion­es físicas. Se ha notado. He podido pilotar toda la carrera al límite, sin tener que gestionar. Si había algún error, al haber tan pocas curvas de derechas, el brazo reaccionab­a, no se quedaba sin fuerza. Desde fuera se ve de una manera; desde dentro sabemos lo que estamos sufriendo. Es un circuito al que la moto se adapta bien, también. Lo hemos podido aprovechar. No estoy eufórico, estoy sin más. Supongo que mañana será diferente», relataba un Márquez que no quiere hacerse demasiadas ilusiones, pero que sabe que está en el camino correcto.

Ha sido un camino largo y duro. Muy duro. El catalán ha buscado referentes que le pudieran ayudar a superar su martirio. Pulsó las opiniones de pilotos que habían tenido que superar vicisitude­s similares como Alberto Puig, que en 1995 se fracturó una pierna y se retiró dos años después al no recuperar su nivel, o Emilio Alzamora. Pero, sin duda, su apoyo más importante fue Mick Doohan, el campeón australian­o que en 1992 sufrió un aparatoso accidente en Assen que a punto estuvo de costarle la pierna derecha debido a una posterior complicaci­ón médica. «Me llamó por teléfono y me contó todo su proceso de 1992 y 1993 y me dijo que tuviese paciencia y que trabajara duro. Aquella charla, de más de media hora fue muy reconforta­nte porque me ayudó, sobre todo, a pensar que si el gran Mick había salido adelante, yo también podía», desvelaba Márquez. Atrás quedan tres operacione­s, escayolas, proteccion­es de carbono, ondas de choque y hasta segundas y terceras opiniones médicas en Austria y Estados Unidos para recuperar la fuerza en su brazo derecho. Márquez renace.

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// AFP Márquez, emocionado en el podio después de su primer triunfo de la temporada

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