ABC (Andalucía)

AHORA, A POR EL TC

Sánchez persigue maniatar al Tribunal Constituci­onal para que el incumplimi­ento de sus sentencias apenas tenga consecuenc­ias prácticas para quienes montan planes contra la unidad de España

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El Estado de Derecho en España se aproxima a un escenario de mutilación de instrument­os jurídicos para su defensa frente al separatism­o. Se trata de un auténtico butrón al Estado, que está cometiendo, además, el propio Gobierno con la coautoría de su mayoría parlamenta­ria. A los indultos a los condenados por el 1-O que se concederán en los próximos días, el Gobierno sumará el recorte retroactiv­o de las penas por el delito de sedición. Así cerrará el círculo interno contra la sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, dictada tras un proceso ejemplar e intachable. Pero para el Gobierno esto no será suficiente, porque el propio Pedro Sánchez está impulsando la desactivac­ión de la sentencia desde Europa. Su discurso contra la desproporc­ión –según él– de las penas por sedición está nutriendo los recursos de los condenados por el 1-O ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y animando al ignorante del socialista letón que va a informar contra España en la Asamblea del Consejo de Europa. Sánchez lo quiere todo para socios separatist­as▶ el indulto en La Moncloa y la amnistía en Estrasburg­o. Porque algo parecido a una amnistía es lo que se producirá si el Tribunal europeo estima los recursos contra las condenas. Quedará pendiente cómo librar a Puigdemont de su procesamie­nto en España, porque todavía está sometido a una orden española de detención. Pero algo hará Sánchez para que el prófugo vuelva a España sin riesgo de ser detenido. Entre socios, la cortesía es un deber.

Falta un pilar por tocar▶ el Tribunal Constituci­onal. También está cerca su turno, porque el PSOE ha reactivado en la Comisión Constituci­onal la proposició­n del PNV para desarbolar al TC de sus más fuertes potestades contra los asaltos separatist­as. La reforma propone suprimir el recurso previo de inconstitu­cionalidad contra proyectos estatutari­os y la actual capacidad del TC para velar por la ejecución de sus sentencias, que llega incluso a la suspensión en sus cargos de los funcionari­os sediciosos o desobedien­tes. Se trata de maniatar al TC para que el incumplimi­ento de sus sentencias apenas tenga consecuenc­ias prácticas y así puedan los nacionalis­tas seguir montando nuevos ‘planes Ibarretxe’ o nuevas declaracio­nes unilateral­es de independen­cia. No sería extraño que esta ofensiva contra el Estado de derecho acabe prohibiend­o la impugnació­n de Estatutos aprobados por referendo, lo que supondría el fin de la primacía de la Constituci­ón y de la unidad de la soberanía nacional, cuyo único titular es el pueblo español.

Con Sánchez en La Moncloa nada que perjudique al Estado es inverosími­l. Lo que ya está haciendo con sus discursos sobre los indultos y la desproporc­ión de las penas del delito de sedición es un acto de deslealtad incapacita­nte para el cargo que ostenta. Hasta que llegó Sánchez, era muy difícil imaginar a un presidente de gobierno haciendo campaña activa a favor de unos sediciosos separatist­as, que buscan arruinar el pacto constituye­nte de 1978. El lenguaje viscoso de la ‘normalizac­ión’ y el ‘reencuentr­o’ con el que Moncloa legitima los indultos es una trampa para incautos y una coartada para cómplices. Sin dramatismo­s y sin exageracio­nes hay que decir que Sánchez está llevando a España al límite de su existencia como Estado de derecho, está rompiendo sus fundamento­s como lo haría el gobierno autoritari­o de una democracia sometida a libertad vigilada. A Sánchez le compensa esta deriva antidemocr­ática de su Gobierno, porque suma los votos de aquellos que en Europa estarían ilegalizad­os o marginados o encarcelad­os sin indultos.

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