El paraíso de los ceporros
Esta patulea quiere encumbrar a los holgazanes y a los lerdos, quiere convertir España en un albañal de incuria intelectual
SE acaba de descubrir (sin el eco que merecen estas supercherías indecentes) que la ministrilla Yolanda Díaz, gran esperanza blanca de la izquierda caniche, se tuneó el currículum académico, contando como ‘másteres’ unos cursillitos de la señorita Pepis que se sacaba en horas perdidas. La falsificación resulta todavía más chusca si consideramos que los ‘másteres’ universitarios tienen actualmente (quien lo probó lo sabe) un nivel equivalente al de segundo de bachillerato, según el plan de Villar Palasí (que no era, desde luego, el plan de la academia de Platón).
A pesar de la depauperación rampante de la universidad española, los títulos universitarios todavía mantienen entre las gentes pánfilas una aureola de prestigio sacrosanto. Panfilismo del que se aprovechan una patulea de aprovechateguis y charlatanes varios como la ministrilla Díaz, que coleccionando cursillitos de la señorita Pepis, ‘créditos’ y demás zarandajas, completan un currículum que en cualquier época cabal no serviría ni para limpiarse el culo. Pero esta devaluación de lo que antaño fueron cónclaves del saber tiene una finalidad política muy evidente. Es la misma finalidad que mueve a la ministrilla Celaá a conceder el título de bachillerato a los ceporros incapaces de aprobar todas las asignaturas, permitiéndoles concurrir en las pruebas de acceso a la universidad. Esta patulea quiere garantizar que la universidad sea una expendeduría de titulillos de la señorita Pepis, quiere que todos los mediocres puedan confeccionarse un currículum hinchado y superferolítico, sin necesidad siquiera de falsificarlo, como la ministrilla Díaz. Esta patulea quiere empoderar a los ceporros, quiere encumbrar a los holgazanes y a los lerdos, quiere convertir España en un albañal de incuria intelectual donde los baldragas y los zascandiles puedan pavonearse con sus títulos de pacotilla bajo el brazo; y donde los pocos sabios que todavía resten sean sojuzgados y obligados a rebajar sus aspiraciones e inquietudes, hasta igualarlas con las aspiraciones bajunas de toda esa chusma empoderada, que además podrá encaramarse por encima de los sabios que todavía sobrevivan, porque siempre el zoquete grita más que el sabio, siempre el aprovechategui tiene más habilidad para gulusmear las subvenciones (’estudios de género’ y demás morralla ideológica), siempre la ignorancia fatua y desinhibida se permite formas de medro que los escrúpulos vedan el hombre moral.
Algunos de estos elementos cuspidearán hasta alcanzar los despachos que hoy ocupan las ministrillas Díaz y Celaá o el doctor Sánchez. La mayoría tendrá que conformarse con destinos menos rumbosos (aunque seguirán chupando del bote de las subvenciones). Pero todos, todas y todes votarán a los artífices de su empoderamiento, esos próvidos progresistas que, con sus currículos falsificados, sus tesis plagiadas y su mala baba de resentidos, convirtieron España en el paraíso de los ceporros.