ABC (Andalucía)

EL «INTERÉS PÚBLICO» ES OPACO

Los indultos se apoyan en la existencia de un «conflicto» en Cataluña, cuando lo que pervive es una agresión a la Constituci­ón. Impugnar los perdones es desde hoy una obligación moral

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EDITORIALE­S

LOS reales decretos publicados ayer en el Boletín Oficial del Estado no permiten saber las razones por las que el Gobierno ha perdonado a los sediciosos del 1-O. Únicamente contienen una referencia escueta a los informes de la Sala Segunda del Tribunal Supremo y de la Fiscalía, que eran abiertamen­te contrarios al indulto, «a los motivos de utilidad pública que se exponen en la propuesta del ministro de Justicia», y a la informació­n que consta en el expediente tramitado. Sucede, sin embargo, que ni la propuesta del ministro Juan Carlos Campo, ni la informació­n que obra en el expediente de indulto están incorporad­os a los reales decretos, ni han sido objeto de publicació­n oficial. Esta opacidad institucio­nal se ha multiplica­do además con los cauces de propaganda oficial porque el Gobierno ya se ha encargado de filtrar selectivam­ente a medios de comunicaci­ón elegidos a convenienc­ia de La Moncloa algunos informes de Justicia con las razones de la supuesta «utilidad pública». Va a resultar que los informes del Supremo y del Ministerio Fiscal son públicos, pero no aquel en el que el Ministerio de Justicia refleja la sesuda motivación de la utilidad pública con la que han justificad­o los perdones. La excusa de la protección de datos personales es una coartada de leguleyo, porque hay un interés público superior a la preservaci­ón de esos datos y porque a diario ven los ciudadanos juicios penales con profusión de datos privados, incluso íntimos, de los acusados y las víctimas.

Conviene que la Sala Tercera del Tribunal Supremo revise estos reales decretos a la luz de su motivación, como dejó establecid­o en su sentencia de 2013 sobre el indulto a un conductor suicida. El indulto es un acto del Consejo de Ministros sometido al deber de la motivación. Motivar no es maquillar la arbitrarie­dad, sino expulsarla del ejercicio de un poder público, incluido el derecho de gracia. No basta con acumular argumentos sentimenta­loides sobre lo mucho que Pedro Sánchez quiere a los catalanes –a unos más que a otros–, ni sobre lo bonito que es el diálogo con unos golpistas que se reivindica­n en sus delitos. Motivar un indulto es, como ha dicho el Tribunal Supremo, explicar con lógica jurídica el perdón a un condenado, porque el indulto se concede con arreglo a la ley, y es apoyar ese perdón en los hechos concretos que afecten de manera individual al condenado.

La motivación que se ha filtrado no es un razonamien­to jurídico, sino un argumentar­io de Iván Redondo, que se dedica a crear una realidad ficticia a la medida de las necesidade­s del Gobierno y de la satisfacci­ón separatist­a. El perdón se apoya en la existencia de un «conflicto» en Cataluña, cuando lo que pervive es una agresión a la Constituci­ón. El perdón se apoya en el «liderazgo» social de los condenados, cuando son básicament­e delincuent­es con votos, algo muy frecuente en la historia de la democracia.

Son muchas las razones que hacen necesaria la impugnació­n de estos indultos ante el Tribunal Supremo. Da lo mismo quién tenga legitimaci­ón. Lo lógico y coherente sería que fuera el Ministerio Público quien presentara el recurso▶ pidió activament­e la condena por rebelión y se ha opuesto sin matices al indulto. El compromiso de la Fiscalía con la legalidad debería llegar hasta sus últimas consecuenc­ias. Si no recurre el fiscal, la legitimaci­ón activa de Vox tiene fundamento como acusador popular y promotor de una acción penal finalmente reconocida en la sentencia, y ahora mutilada por unos indultos envueltos en un celofán cursi de buenismo y voluntaris­mo, pero muy tóxicos para el Estado de derecho y la defensa de la democracia.

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