ABC (Andalucía)

Reencuentr­o con la afición y una ola como despedida

- ROBERTO ARROCHA

Ni césped, ni calor, ni pitos. Cuando las cosas se hacen bien y la única determinac­ión es ganar como sea al rival, ayer, en este caso, a una débil Eslovaquia, las excusas desaparece­n y la unión de la afición con el equipo se hace evidente. La hinchada, por fin, disfrutó con el combinado nacional y respiró con la primera victoria, un triunfo que le permitirá jugar los octavos de final ante Croacia como segundo de grupo. Fue el partido de la comunión, el duelo más necesario para que la fiesta fuera completa. Desde por la mañana ya se dejaron ver muchos aficionado­s en las calles de la ciudad hispalense, algunos con las evidentes dudas de una selección irregular en los dos primeros encuentros de la fase de grupos. «Como no seamos capaces de ganar a Eslovaquia es que no merecemos seguir vivos en esta Eurocopa», declaró Julio, un joven riojano que ha organizado sus vacaciones ‘viviendo’ en la ciudad hispalense durante el torneo europeo. Los eslovacos también se dejaron notar, y, aunque en menor número que polacos y suecos, aprovechar­on las horas previas al encuentro para tratar de hacer algo de turismo. Imposible. El calor los dejó trastocado­s y optaron, la mayoría, por meterse en los bares y restaurant­es buscando el aire acondicion­ado.

Mucha peor suerte tuvieron los hinchas que vieron el partido en las gradas justo enfrente de los banquillos. Con el sol apuntando a sus caras, algunos eslovacos se marcharon de Sevilla achicharra­dos. También por los goles recibidos, una manita para decir adiós a la Eurocopa. La afición española pasó de la decepción de los dos primeros partidos a la euforia de una tarde de ilusiones. Con apenas unas pinceladas previas, y posteriorm­ente con el acoso de España a Eslovaquia, la afición terminó haciendo la ola, aplaudiend­o a Morata en su sustitució­n y con los gritos de olé en algunas jugadas largas. Hasta el presidente de la Federación, Luis Rubiales, poco dado a sonreír durante los partidos, no pudo evitar algunas muecas que vislumbrab­an que algo bueno iba a pasar. Así fue, además, con la vigilancia del actual presidente de la FIFA, Gianni Infantino, quien pudo comprobar las magníficas instalacio­nes del estadio de La Cartuja en Sevilla y el alma que le ponen los aficionado­s cuando comprueban que su selección le correspond­e España, ayer sí. Ni césped, ni calor, ni pitos. ¡Cinco goles!

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