Reencuentro con la afición y una ola como despedida
Ni césped, ni calor, ni pitos. Cuando las cosas se hacen bien y la única determinación es ganar como sea al rival, ayer, en este caso, a una débil Eslovaquia, las excusas desaparecen y la unión de la afición con el equipo se hace evidente. La hinchada, por fin, disfrutó con el combinado nacional y respiró con la primera victoria, un triunfo que le permitirá jugar los octavos de final ante Croacia como segundo de grupo. Fue el partido de la comunión, el duelo más necesario para que la fiesta fuera completa. Desde por la mañana ya se dejaron ver muchos aficionados en las calles de la ciudad hispalense, algunos con las evidentes dudas de una selección irregular en los dos primeros encuentros de la fase de grupos. «Como no seamos capaces de ganar a Eslovaquia es que no merecemos seguir vivos en esta Eurocopa», declaró Julio, un joven riojano que ha organizado sus vacaciones ‘viviendo’ en la ciudad hispalense durante el torneo europeo. Los eslovacos también se dejaron notar, y, aunque en menor número que polacos y suecos, aprovecharon las horas previas al encuentro para tratar de hacer algo de turismo. Imposible. El calor los dejó trastocados y optaron, la mayoría, por meterse en los bares y restaurantes buscando el aire acondicionado.
Mucha peor suerte tuvieron los hinchas que vieron el partido en las gradas justo enfrente de los banquillos. Con el sol apuntando a sus caras, algunos eslovacos se marcharon de Sevilla achicharrados. También por los goles recibidos, una manita para decir adiós a la Eurocopa. La afición española pasó de la decepción de los dos primeros partidos a la euforia de una tarde de ilusiones. Con apenas unas pinceladas previas, y posteriormente con el acoso de España a Eslovaquia, la afición terminó haciendo la ola, aplaudiendo a Morata en su sustitución y con los gritos de olé en algunas jugadas largas. Hasta el presidente de la Federación, Luis Rubiales, poco dado a sonreír durante los partidos, no pudo evitar algunas muecas que vislumbraban que algo bueno iba a pasar. Así fue, además, con la vigilancia del actual presidente de la FIFA, Gianni Infantino, quien pudo comprobar las magníficas instalaciones del estadio de La Cartuja en Sevilla y el alma que le ponen los aficionados cuando comprueban que su selección le corresponde España, ayer sí. Ni césped, ni calor, ni pitos. ¡Cinco goles!