Analfabetismo de rebaño
Castells defiende a los vagos por corporativismo
GARCÍA REYES
Aprobar todas las asignaturas es clasista y la inteligencia, el esfuerzo y la disciplina son virtudes aristocráticas. El Gobierno prepara ahora los indultos de los malos estudiantes porque según el ministro marmota, que lleva un año y medio hibernando, la repetición de curso «machaca a los de abajo y favorece a los de arriba». Castells ha fundado una nueva dimensión de la lucha de clases que va más allá de las dicotomías tradicionales: pobres y ricos, burguesía y proletariado... Para el ministro de Universidades del Gobierno de los suspensos, las clases sociales ya no están determinadas sólo por factores externos, se cisman también por las capacidades intrínsecas del individuo. Esto es una revolución filosófica posmarxista. Su teoría es que la desigualdad social emana de la inteligencia y del sacrificio, que en realidad es como decir que depende del color de piel. En consecuencia, quienes tienen capacidad natural o mérito para estudiar resultarían favorecidos si no se les igualase con quienes carecen de esas condiciones. El alumno cateador se considera, aunque sea rico, miembro de las ‘clases desposeídas’ y la única fórmula para terminar con esa discriminación es penalizar al alumno que aprueba, aunque sea pobre.
La propuesta de Castells es lógica en un Gobierno que sólo puede aspirar a la excelencia empeorándonos. Hay dos maneras de ser el mejor: cultivándote tú, que es una tarea inviable para este Consejo de Ministros, o deteriorando al resto. Por eso su estrategia es aplicar la doble pobreza: de bolsillo y de cabeza. El objetivo es que todos hablemos peor que María Jesús Montero, que sepamos menos que Adriana Lastra, que pensemos con más lentitud que Irene Montero, que admiremos la intelectualidad de Pedro Sánchez o que seamos más vagos que Castells, que defiende a los flojos por corporativismo, aunque lo suyo es el paroxismo de la paradoja porque ser así de flojo requiere muchísimo esfuerzo. Y para lograrlo hay que desprestigiar la excelencia, fabricar tontos a mansalva, a ritmo de vacunódromo, hasta que sólo haya dos clases sociales: la plebe y el poder. El analfabetismo de rebaño pastoreado por la ignorancia elitista.