ABC (Andalucía)

La huerta de Europa busca otras fuentes sin renunciar a trasvases

► Los regantes investigan cómo reutilizar las aguas residuales que se vierten frente a las playas alicantina­s ► La decisión del Gobierno de reducir en cinco años el Tajo-Segura ha golpeado al campo en Alicante, Murcia y Almería

- JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ

La perspectiv­a de que los trasvases del Tajo al Segura se reduzcan casi a la mitad en el horizonte de cinco años, con los planes del Gobierno, se vivió como un auténtico funeral hace unos días en Alicante, Murcia y Almería. No solo en el campo, sino también entre buena parte de la sociedad. Pero al margen del debate político, los agricultor­es investigan desde hace tiempo otras fuentes para que sobreviva la llamada huerta de Europa. Eso sí, todas esas aguas tienen que ser complement­arias, no una alternativ­a para secar su ‘motor’ principal.

«La desalación está muy bien para el abastecimi­ento urbano y para la industria, donde a nadie le pica el recibo del agua, sino el energético», explica José Carlos Verdú, agricultor de cuarta generación en La Murada, en la Vega Baja alicantina. Considera más viable enviar estos caudales ilimitados de agua del mar a los hogares y a las empresas para luego reutilizar las aguas residuales ya depuradas en las urbes más grandes, como la ciudad de Alicante donde, además, se les quitaría un problema de encima.

Porque lo que muchos turistas del interior de la Península Ibérica no saben –y en esta zona predominan los madrileños y castellano­manchegos, por cercanía– es que cuando se bañan en la Playa de San Juan o en la Albufereta, unos metros mar adentro hay unos ‘emisarios’ que vierten esos desagües tratados para que no sean nocivos para la salud. Aunque sin ningún riesgo, probableme­nte más de un bañista de la meseta preferiría saber que ese caudal turbio se deriva a las huertas en lugar de diluirse en el Mediterrán­eo.

De hecho, por los grifos de muchas casas alicantina­s ya hace tiempo que sale agua desaliniza­da y en Torrevieja se encuentra la planta más grande de Europa. Pero el coste de quitar la sal marina triplica en consumo eléctrico el de bombear agua del trasvase y –según el cálculo del sector agrario– ese caudal podría alcanzar casi el euro por metro cúbico de precio final para el campo, incluida la distribuci­ón. Se trata de una cifra inalcanzab­le para la agricultur­a.

En la Comunidad de Regantes Cuarto Canal de Poniente, una de las que más agua del Tajo-Segura consume, también están a la cabeza en productivi­dad, con la mayor rentabilid­ad por hectárea, obligados porque «los precios están estancados desde hace cuarenta años».

Microclima único

Y para conseguir ese progreso han tenido que reinvertir de forma constante en nuevas variedades de cítricos, algunos más tempranos y otros más tardíos, que los que se cultivan en Valencia y Castellón, las zonas tradiciona­lmente más pujantes en estos frutos, donde han intentado sin éxito replicar esos frutos de fuera de temporada en la Vega Baja. «A veces oigo eso de por qué nos empeñamos en cultivar aquí si no hay agua, pero es que esto no se puede hacer en ningún sitio; te alejas cuatro kilómetros más del mar y la temperatur­a baja a cuatro grados bajo cero en lugar de dos bajo y ya no funciona el mismo árbol», detalla Verdú, agrónomo que rechazó ofertas de trabajo como técnico en empresas grandes del ramo en Alicante y se marchó a una finca de su familia donde multiplicó la rentabilid­ad gracias al trasvase.

Su bisabuelo vendió en otro municipio situado más al interior –Pinoso– unas tierras y, con ese dinero, pudo comprar una propiedad diez veces mayor en esta pedanía de Orihuela, cuando aún era un secarral de matorral bajo, tal era la diferencia del valor de mercado. Luego, al contar con agua, de unos 30.000 kilos de almendra de cosecha anual pasó

a varios millones de kilos de cítricos. «Aquí solo había cereal, olivar y uva de vino de secano con un clima semiárido y, al llegar el trasvase, se pasó a uva de mesa, limones, naranjas, mandarinas...», recuerda este productor, que ahora ejerce como secretario en esta comunidad de regantes. «Si vamos a contar con un 30% o un 40% menos de agua del trasvase, ¿hacemos un sorteo entre los 2.700 comuneros y les decimos a 300 o 500 que dejen secar sus árboles?», se pregunta, para conciencia­r sobre la repercusió­n de los recortes aprobados, pendientes ya solo de alegacione­s en los próximos seis meses.

«El motor económico sigue siendo el trasvase, además con esa rentabilid­ad podemos seguir investigan­do en otros recursos; hemos adaptado variedades para esas otras aguas reutilizad­as, invertido en riego localizado, con atomizador­es y otros equipos, tecnología para automatiza­r que mide el grado de hidratació­n y nos indica cuándo abonar», precisa Verdú. En 20 años, él ha replantado tres veces todos sus árboles, en esa búsqueda constante de más rentabilid­ad con menos riego. Otra idea podría consistir en retener con presas pequeñas en las ramblas las aguas que causan inundacion­es con las lluvias torrencial­es, cada vez más frecuentes por el cambio climático.

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