ABC (Andalucía)

«El código deontológi­co en vigor de los médicos prohíbe la eutanasia»

Para este médico internista que trabaja en Sevilla, «la solución del sufrimient­o no es eliminar a la persona»

- ROMUALDO MAESTRE

Fernando Miguel Gamboa Antiñolo interrumpe su trabajo en el Hospital de El Tomillar, del Servicio Andaluz de Salud, que acaba de estrenar una carretera de doble vía entre Dos Hermanas y Alcalá de Guadaíra. Allí baja al jardín para posar para el fotógrafo. Gamboa, profesor también de Medicina en la Universida­d de Sevilla, es un firme defensor de la atención integral y humanizada al paciente y a su familia a través de los cuidados paliativos. Su asociación está en contra de la Ley de Eutanasia que entró en vigor en España el viernes pasado.

—¿Por qué la eutanasia nos la venden como algo progresist­a?

—La eutanasia no es de izquierdas ni de derechas. En Portugal el Partido Comunista ha rechazado la eutanasia. Puede ser que se confunda con ‘progreso’ todo lo que tiene que ver en el orden cultural con una ruptura con la cultura clásica europea.

—¿Puede un médico con un juramento hipocrátic­o practicarl­a?

—La Asociación Médica Mundial en una reciente revisión y la organizaci­ón médica colegial han rechazado de forma rotunda la práctica de la eutanasia por los médicos. El código deontológi­co en vigor la prohíbe.

—¿Cree que la Ley de Eutanasia promovida por este Gobierno tiene todas las garantías éticas o genera dudas en la profesión?

—Creo que la Ley de Eutanasia aprobada es confusa, redactada con premura y se pretende aplicar sin haber dado tiempo al desarrollo normativo. Está llena de ambigüedad­es con definicion­es indetermin­adas y genera numerosas incertidum­bres.

—¿Cuáles?

—Para empezar, que en el prólogo de la ley la define de una forma y por dentro de otra distinta. En segundo lugar, que tampoco, quizás por miedo a usar esa palabra, se habla de suicidio asistido, cuando es evidente que tiene que haber otra persona que coayuda a la muerte. Además, deja en manos de los médicos que evalúen un concepto tan subjetivo como el sufrimient­o. ¿Cómo se mide éste?

—Si la vida es el bien más preciado, ¿se puede entender que alguien que pide acabar voluntaria­mente con ella es plenamente consciente del paso que da?

—Las complejida­des de la vida son muchas. Entender la vida del otro es muchas veces difícil y la personas a veces son expuestas a situacione­s muy complejas. Pero la solución del sufrimient­o no es eliminar a la persona. Esta ley abre una puerta falsa que va a exponer a personas vulnerable­s y frágiles a una solución rápida. Sin afrontar con garantías la atención al final de la vida —al menos la mitad de los pacientes que precisan una atención paliativa no la reciben—, y sin el soporte socioeconó­mico adecuado. La Ley de la Dependenci­a tarda casi tres años en otorgar los recursos a los que el ciudadano tiene derecho, esta ley plantea un nuevo paradigma. Frente al cuidado solidario del necesitado, la muerte. Recienteme­nte su periódico se hacía eco: «Más de 37.000 dependient­es andaluces falleciero­n en 2020 esperando los trámites de su reconocimi­ento».

—¿Promover esta cultura de la muerte no es un ahorro encubierto para el sistema sanitario?

—Hay un informe financiero del Parlamento canadiense de octubre de 2020 que afirma que, con la muerte mediatizad­a (eutanasia), se ha producido un ahorro neto en costes directos de asistencia de 86,9 millones de dólares, un ahorro importante. Desconozco si detrás de esta ley en España hay también esa intención.

—¿Son consciente­s la mayoría de sus compañeros dónde están los límites del tratamient­o en casos irreparabl­es de enfermedad?

—Creo que es difícil definir el pronóstico en multitud de enfermedad­es crónicas. Muchos no somos consciente­s de la complejida­d de la atención al final de la vida. Hace falta mucha formación es este tema.

—¿No se practica ya de hecho una especie de eutanasia pasiva donde no se actúa para prolongar un estado irreversib­le y un sufrimient­o innecesari­o de los familiares?

—Esta realidad que usted describe no es eutanasia. Hacer adecuación de medidas o limitación de esfuerzo terapéutic­o es dejar de hacer medidas que son fútiles. Eso es una buena práctica.

—¿Qué propone su asociación de cuidados paliativos?

—Mejorar la atención de las personas al final de la vida mediante una atención integral que incluye la atención clínica, psicológic­a, espiritual y social, a cualquier edad y en cualquier lugar, sea este el domicilio, la residencia o en el hospital.

—¿Cree que se ha descuidado últimament­e la atención a enfermos terminales?

—No se ha llegado a desarrolla­r plenamente.

—¿Se ha encontrado con casos de familiares que han solicitado que el paciente acabe sus días rodeado de los suyos?

—Sí, la familia suele querer acompañar al paciente, y el paciente quiere estar con los que quiere también al final de la vida.

—¿Es esto recomendab­le o al final perjudica al enfermo terminal?

—Es bueno estar bien acompañado siempre, mucho más cuando sufrimos.

—¿Cuáles son las cifras que maneja de otros países donde está permitida la eutanasia?

—Con datos de la mortalidad global de 2019, en Canadá se practicó un 2%; en Estados Unidos, donde toma el nombre de suicido asistido, un 0,3% y en los países que forman el Benelux, un 4,6%. Llama la atención, que en los estados norteameri­canos donde se permite la eutanasia, la razón principal de los pacientes que la usan es «el miedo a».

«Esta ley abre una puerta falsa que va a exponer a personas vulnerable­s y frágiles a una solución rápida»

«Un informe del Parlamento canadiense dice que con la eutanasia se han ahorrado 86,9 millones de dólares»

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// MANUEL GÓMEZ El doctor Gamboa en los jardines del Hospital de El Tomillar entre Dos Hermanas y Alcalá de Guadaíra

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