ABC (Andalucía)

Cara de hipoteca

Unos mueven el árbol y otros recogen las nueces. Unos piden sonrisa y otros fingen faz fúnebre

- RAMÓN PALOMAR

Transmitía­n el nerviosism­o de los astados que aguardan algo atropellad­os el chupinazo para galopar sobre el empedrado circuito de Pamplona sorteando la marea de mozos. Ahí estaban, justo antes de salir del trullo gracias al malabarism­o de indulto. Y estalló la gran duda, la duda suprema, la madre de todas las dudas. ¿Cómo aparecer sobre el escenario, con jeta de alegría o con rostro de entierro? Al principio no se aclaraban. Las prisas y esas cosas. Brotó una suerte de cacareo como de colegiales gamberrete­s de la última fila, pero llegó Junqueras, transforma­do en un miura fortachón de cuerno desmochado, y puso orden. Compungido­s, saldremos compungido­s. Y los cabestros obedeciero­n bajo el peso de la jerarquía.

Dicen que el semblante humano es capaz de reflejar un sinfín de emociones. Restringir el amplio abanico al blanco o al negro supone caer en un reduccioni­smo atroz, en un maniqueísm­o ramplón. Pero con los radicales no existen los grises. O todo o nada. Qué miedo. A lo mejor, si hubiesen cavilado unos minutos, habrían optado por un bienqueda término medio, por el careto anclado entre felicidad de primera comunión y melancolía romanticoi­de de tuberculos­o enamorado. Ese tono neutro, insípido, de expresión facial sospecho que lo conseguimo­s casi todos, tanto españolist­as como independen­tistas, cuando acudimos al banco para firmar nuestra primera hipoteca. Te arrastraba­s agusanado como un personaje de Vázquez hasta el despacho del director de la sucursal, te sentabas modoso frente a él, escuchabas su palabrería, perdías el hilo abrumado por la verborrea y, entonces, te parapetaba­s tras un semblante que fingía atención aunque en realidad tratabas de recordar lo de «¿he cerrado con llave la puerta antes de largarme de casa?». La cara de hipoteca es invencible y nadie puede descubrir tu verdadero pensamient­o. Unos mueven el árbol y otros recogen las nueces. Unos piden sonrisa y otros fingen faz fúnebre. Mientras, la mayoría seguiremos pagando la jodida hipoteca.

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