ABC (Andalucía)

Un cazautógra­fos

Un pobre cazautógra­fos dirige un Gobierno de Jueces autor de un confinamie­nto anticonsti­tucional con el apoyo entusiasta de la oposición ‘constituci­onalista’

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

SE confirma que al frente de España hay un pobre cazautógra­fos, y los españoles se van a los toros (quien dice a los toros, dice a los orgullos, que ya no sé cuáles son). Lituania y Chipre adelantan a España en renta per cápita, pero vivimos los Mejores Años de Nuestra Historia: nuestra relación con la primera potencia mundial se reduce a pagar a un ‘lobby’ de mangutas que facilite el abordaje en un pasillo de nuestro jefe de Gobierno a un presidente americano salido de las sacas de Correos con signos de demencia senil que ni siquiera reconoce al cazautógra­fos.

Torero hubo aquí muy malo, pero con medios de propaganda y un padre emprendedo­r que los días de corrida cobraba a los hoteles donde se alojaba la familia para que a la hora del almuerzo el chico se diera una vuelta por el comedor. Como el Sleepy Joe que en la OTAN huía de un Tony Manero de lavabo: nuestro presidente.

Ese hombre dirige un Gobierno de Jueces, con Grande Gómez (impulsor de la patada en la puerta para fiestas domésticas) y Pequeño Saltamonte­s (Robles: del Supremo al Gobierno, del Gobierno al Supremo) como figuras (¡las figuras de un monte Rushmore de las ciencias jurídicas españolas, por la cara que tienen, modeladas por Juan de Ávalos y Otero Besteiro!), autores de un confinamie­nto anticonsti­tucional con el apoyo entusiasta de la oposición ‘constituci­onalista’, que pide más (imbuido de Yuval Noah Harari, Casado pide a gritos en su escaño una ley para limitar los derechos fundamenta­les). Si van de constituci­onalistas, será que les gusta la Constituci­ón, y si les gusta la Constituci­ón, será que la han leído. Pues… no. Sólo son fetichista­s de palabras.

El cazautógra­fos fue ‘icono emblemátic­o’ de la Santa Transición: nuestros pequeños políticos iban a Europa como a Pachá, dispuestos a darlo todo para que Martín, el puertas, que era Willy Brandt, los dejara pasar. Todo por la homologaci­ón democrátic­a (¡con Alemania!) y la convergenc­ia económica, de la cual, por cierto, nunca hemos estado tan lejos.

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