El camino equivocado
La voluntad y la capacidad de ponerse en el lugar de otra persona ha sido siempre una de las mejores virtudes del hombre. En su faceta más humana, la persona intenta ayudar siempre al que tiene al lado. El mundo lleva siglos sosteniéndose así, personas que se apoyan unas a otras, naciones enteras, o pequeños gestos diarios que les hacen más llevaderas sus cargas. Sin embargo, en ocasiones todos estos conceptos se pueden distorsionar. La entrada en vigor de la nueva Ley Orgánica 3/2021 de 24 de marzo, que legalizará el suicidio asistido (comúnmente conocido como eutanasia) viene a tratar de dar respuesta a las peticiones de muchas personas que, por su padecimiento, ven necesario poner fin a su vida de una forma rápida e indolora.
Bajo mi punto de vista, la solución pretendida no es la más adecuada. La tristeza, el miedo y la desesperanza han sustituido a la paciencia, el amor y la solidaridad. Naturalmente, nadie quiere ver sufrir a los demás. Pero el fin prematuro de la vida nunca puede ser una respuesta al sufrimiento. La compañía, la escucha, el amor, tampoco curarán enfermedades incurables, pero estoy seguro de que, al menos, servirán para que ellos no se sientan solos ante la dificultad. Como decía al principio de esta carta, una de las grandes virtudes del hombre es su capacidad de amar. Ojalá aprendamos a ver en la enfermedad la oportunidad para hacer feliz a otra persona; la oportunidad de saber dedicar nuestro tiempo a hacerles más llevaderas sus cargas; a buen seguro será la mejor forma de ayudar y de mostrar nuestra humanidad, por supuesto, infinitamente mejor que proporcionarles una ‘ayuda’ equivocada.
CARLOS GARCÍA MORENO
MADRID