Luis Enrique
En esta catarata de emociones no puedo más que desear seguir sufriendo
Mi yo espectador cree que la España de Luis Enrique no juega a nada. Mi yo enfadado lamenta que los tres rivales de la primera fase eran malísimos, lo mismo que Croacia, y aun así en esta Eurocopa estamos sufriendo como nunca. Mi yo optimista cree que España lo haría mejor contra selecciones medianas y con espacios. Y mi yo depresivo se despierta por las noches soñando con Benzemá, Griezman y un tal Mbappé al galope.
Mi yo entrenador no entiende la lista de Luis Enrique, y por qué no Nacho, Aspas, Asensio, Navas, Hermoso o incluso Ramos. Mi yo Peter Pan no comprende por qué no conozco al 90 por ciento de los jugadores de la Selección, cuando soy futbolero y además trabajo en un periódico. Mi yo estadístico cuenta pocas credenciales y demasiados sub21. Mi yo viejuno empieza a valorar más la experiencia de un deportista pureta que la frescura de la inmensa mayoría de los debutantes.
Mi yo periodista ve en Luis Enrique a un seleccionador con aromas de Clemente y de Mourinho, con esos tufillos autoritarios y ese «de qué se habla que me opongo». Mi yo yogurín siempre fue de Juanele y mi yo madridista sabe que siempre me he equivocado con Luis Enrique. Mi yo ‘hooligan’ está convencido que el seleccionador ha venido al mundo para el antimadridismo. Mi yo ponderado entiende que todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad, mal que nos pese que de blaugrana supiera jugar al fútbol y de blanco no levantara el balón un palmo del suelo. Mi yo ‘hooligan’ insiste en que las segundas oportunidades de Luis Enrique siempre son para jodernos.
Mi yo nostálgico no olvida que hubo un tiempo en que llegar a cuartos era un éxito, y mi yo infantil cree que el mejor equipo es el que más goles mete, aunque sea el más goleado. A pesar de todo, mi yo futbolero siente los colores con el mismo entusiasmo de siempre y mi yo español no podría soportar ser eliminado por franceses o suizos. Y en el sinvivir de esta catarata de emociones provocadas por un seleccionador que se escapa a mi comprensión, no puedo más que desear seguir sufriendo.